jueves, 2 de agosto de 2012

Octavio Soria, crónica de una entrevista no anunciada


En la espera del guardián

            Las bocinas suenan. El tránsito no espera. Un insulto de un colectivero a un taxista, anda lento, pisando huevos, domingueando. No, buscando pasajeros ¡Cornudo!
            Un púber navega por el océano virtual y se detiene diez segundos en cada página. Lee los párrafos en forma cruzada. Más que las letras le agradan las imágenes. Este sitio no sirve, este otro tampoco, necesito otro más. Cada vez que sale de una página, la pantalla se detiene blanca por una minifracción de segundo, al igual que su mente en un toque de queda semejante a pequeños electroshocks de goce continuo. Pero a medida que pasan los años, la repetición compulsiva de estas millones de milésimas de picana virtual autoimplementadas, son utilizadas por los usuarios como sesiones de castigo-placer. La comunicación es un derecho, solo se pide responsabilidad al internauta. Nadie va preso, todo legal, solo cambio de hábitos. Y el placebo se hace más dulce cuando el infinito de la navegación se desvanece en el buscador para reaparecer con más atracciones junto al bombardeo de la publicidad. La predicción condenatoria del libro de arena se hizo realidad.
            Un abuelo espera la cena tirado en el sillón mirando “Bailando por un sueño” y sonríe cuando aparece Tinelli. La voz del conductor es amistosa, le produce cosquillas. Los ojos del anciano brillan y se encuentran más abiertos de lo habitual, ya casi no pestañean. Las glándulas salivares se activan una vez más. El perro ladra, llegó la pizza.
            Un hombre habla por teléfono y mientras busca terminar la comunicación, para no quedarse sin crédito, mira a través de la vidriera un celular de alta gama con pantalla touch, 12 cuotas sin interés, pero hay que pagar las cuentas y el sueldo que no alcanza.
            La ansiedad y la vorágine citadina no esperan. Y la entrevista con Octavio se pospone: cambio de horario en el trabajo, cursada, mudanza, parciales, exceso del fin de semana... Todo va muy rápido y la cabeza se retuerce, coagulan excusas. Y Nervio piensa eléctrico, dependiendo el día, con o sin cable a tierra ¿Cómo? primero hay otros. Y la radio exige entretenimiento, buenas cortinas, micros exactos, edición, spot que nos den el oxígeno económico para sobrevivir. Y Andrea recuerda el valor del espacio terapéutico que brinda Nómades. Tranquilidad, el show debe continuar. Estamos a salvo: Nómades como radio alternativa antepone la intención de comunicar a la seducción del mercado. Nómades es el lugar para Octavio, una tregua a su necesidad.
            Y minutos antes de comenzar la entrevista, ante el anuncio de Octavio de que no se acordaba la historia que quería contar, empieza a hablar sin prisa pero sin pausa, como con cuerda para rato. Y todo sucede natural, fluye, cuenta y repasa su vida, escupe fuego como el Dragón Humano que supo ser en el Circo Terry (que por otro lado, por qué mierda no se presentan como corresponde y le dan una mano a su Gran Domador de Bestias Salvajes. El mundo parece funcionar acorde con estos pequeños garcas dando vueltas en el laberinto). Y ahora el Monteagudo pestañea en un pequeño paréntesis de la sinuosa vida de Octavio que da su mensaje y se convierte en aquel Octavius haciendo peripecias en la altura para salir adelante en esta ciudad que no perdona salvo al que deje de lado la culpa y simplemente mire hacia adelante. Revancha y voluntad.

                                                             Agustín Teglia


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