El pibe caminó por la calle de tierra, las
alpargatas se embarraron aunque intentó saltar los charcos que había formado la
lluvia de la mañana. Llegó hasta la calle asfaltada, y buscó con la mirada el
cartel que habían pegado la tarde anterior sobre el paredón de la fábrica
abandonada. El tigre rugía desde el papel, se acercó, el anuncio del circo
prometía payasos, acróbatas, animales y domadores. Siguió caminando, desde
lejos divisaba la gran carpa, a su alrededor, carromatos con jaulas de
animales, camiones casas rodantes: un mundo fascinante, el pibe se acercó un
poco más, la jaula con los tigres estaba allí, los animales dormían, un hombre
se acercó a la jaula, en sus manos traía un balde. El chico miraba
entusiasmado, el hombre les hablo a los tigres.
─ Señor, ¿usted es el domador?
─ No, yo les doy de comer, me conocen, los crié
de chiquitos
─ ¿Y no intentan morderlo?
─ Y no, ellos reconocen la autoridad, yo les
hablo con energía
─ Pero, ¿usted les pega para que obedezcan?
─ No hace falta,
─ En la radio escuche que en el circo se
maltrata a los animales, que les pegan
─ No, eso no es cierto, nosotros los cuidamos,
los alimentamos, en realidad esos que manifiestan frente al circo tendrían que
manifestar porque crían a las vacas para matarlas nosotros al contrario los
criamos para que vivan. Si se enferman llamamos a los veterinarios, además
estos animales nacieron en cautiverio, no saben vivir en la selva.
─ Yo quisiera ser domador y cuidar los animales
como usted. ¿Como empezó usted en el circo, señor?
─ Y, yo primero armaba las carpas, viajé por
muchos países levantando las estructuras de hierro que sostienen las lonas.
─ ¡Que lindo, me gusta esa vida!
─ ¿Vas a venir al circo?
─ Y, no puedo, mi mama me dijo que no podemos
comprar la entrada.
─ Bueno, pibe, venite mañana que yo te hago
entrar.
El chico no durmió esa noche, excitado, feliz, se imaginaba la música,
la banda tocando con alegría, los trapecistas en sus acrobacias increíbles, los
payasos con sus trajes de colores y sus pelucas ridículas, pero sobre todo los
tigres en una danza peligrosa con el domador famoso,
Al día siguiente amaneció lluvioso, una
tormenta había soplado toda la noche, el viento azotaba las ramas, y algunas
habían caído sobre la calle. El chico se levantó y corrió embarrándose hacia el
circo.
Al llegar solo encontró la carpa caída sobre el
terrero, un montón de hierros retorcidos. La gente iba y venía asustada,
trasladando cajas y bultos. Escuchaba los comentarios todos hablaban de la gran
tragedia que había sucedido: algo inexplicable. Buscó al cuidador de animales,
no lo encontró. Entonces, preguntó y le
dijeron que el tornado había llegado de improviso a la playa durante la mañana,
el viento embolsó la estructura y levanto la carpa diez metros por el aire y
luego cayó destrozando la cabeza a su
reciente amigo.
Estela Varela
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