Se
acabaron los poetas callejeros, como si alguna vez hubiesen existido; con sus
libros de Borges, Byron, Ulises y Neruda. En tu imaginario pacifista y vulgar,
los ves recorriendo barrios porteños y piropeando a las señoritas cargadas de
histerias y desamores, los aprecias armando (bajo la luna) los versos más
melosos y patéticos de un cadáver exquisito.
Pero parece que hoy los peregrinos del azar apuestan a ginebras y vodka
con hielo, y esto es en el mejor de los casos. Mientras tu mamá le alquila al
sepulturero algún nicho resignado de humedad y tu padre sueña con la relación
homosexual que tuvo en la adolescencia, los monteros hacen racia por las calles
porteñas. El terror; esa herramienta exacta de energía y poder, que combate
todo elemento desahuciado del progreso, hoy se hace presente en cada impulso,
en cada imagen y en cada intemperie de tus sentidos. La poesía es sinónimo de
cementerio gris, de escuálida funeraria a punto de cerrar. Entre la tecnología
apocalíptica y la sensación de seguridad nos revolcamos los solos. Aprender a
mirar es demasiada carga para estos tiempos de postmodernismo
contemporáneo.
Parece
que la violencia está encuadrada en los libros de cagatintas que desangraron
sus 303 en busca del método científico apropiado, desangrada la letra en los
códigos penales que lanzan vómitos de cárcel y zaguanes ensangrentados por los
diarios de la mañana. No esperes sentado al borde del universo que una felicidad
como brisa embriagada te abrace y te proteja. Hoy estamos envueltos en los
tiempos de panfleto proselitista que los progresistas nos metieron por el orto,
que los nazis nos venden por TV, que los fascistas nos alquilan por la radio, que
los zurdos de barricadas palermitianas nos venden en librerías postmodernas. No
ves que las madres santas y los Astiz se dan la mano y te alejan del pacto que
ellos hacen; ayer les tocó a unos, hoy les toca a otros. Parece que la justicia
solo pinta cuando se paree el hecho histórico y la madre prostituta de nombre
hipocresía lo lleva a las cámaras para mostrárselo al mundo universal: mirá
como hago justicia. ¿Dónde te crees que nacimos, en el útero del caballo de
Troya?
Asusta
Montero, tenés miedo que uno así viole a tu novia, se cargue a tu marido o le
meta bala a tu hermano. Tenés miedo, te paralizás o ponés a Tinelli o vas
corriendo al psicoanalista a mitigar tu ansiedad. Te sentís vivo ayudando a los
pobres, le tirás diez mangos para que no te jodan. Rezás. Hasta cogés con miedo.
MIEDO.
Bestia
asesina, maquina inmoral, dios del perdón inexistente, asesino multifacético,
pantagruélica inmoralidad y mil adjetivos más para el tiempo y su proceso. Cronos
te viola día tras día, injerta en tu cabeza la felicidad de estar vivo, el paraíso
de ser un hombre de progreso y de época. Qué época? Qué democracia?, qué terrorismo
de estado?, qué madres santas?, qué Astiz? Qué hijo de puta que sos, qué hijo
de puta que soy. Somos hijos de puta por permitir semejante atrocidad. Esta
atrocidad de no saber en definitiva quiénes somos, pero sabemos como huele el
enemigo que nos implanta la sociedad mediática desde pagina 12 hasta la nación.
Puta ciudad decía Fito por el 87 y no sentí más verdad cuando lo miraba a Montero
a los ojos. Quemá los libros de poesía y agarrate a la única expresión que dejo
el neoliberalismo: el robo.
Si
pudiéramos entender quién es el enemigo y dilucidar dónde está acobachado. Si
pudiéramos tener las pelotas de matar y de robar a quién se lo merece, no alcanzarían
los lanzallamas para quemarles el culo, pero sí alcanzarían las balas para
desarmar sus cabezas. A no asustarse, tan solo hay que medir por medio de la
educación la sangre que hay que derramar. Y esa sangre es la de la oligarquía campechana,
la de la burguesía industrial, la de la patria financiera, la de los genocidas nazistas,
la de los que hacen guita con los luchadores populares. Hay que educar a los monteros
y a nosotros mismos para que desde las trincheras podamos disparar, ya sea con
palabras o con balas, pero disparar. La otra salida es sintonizar América TV,
sintonizar a Tinelli o a Dolina, votar la misma mierda que nos gobierna desde el
1 de julio de 1974, asistir a terapia o morir en el intento. Prefiero la última,
por eso hago Nómades, por el intento de morir sin vivir en vano y porque me
chupa un huevo lo que piensen de estas palabras.
Toda
la realidad es tan simple como Montero y su verdad.
Sergio Gurzi
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