Amor, muerte y final; se puede catalogar como
un tridente de destino de héroe griego, el que no puede evitar su final “la
tragedia”. Finalizamos las entrevistas del Monteagudo con un puñado de recuerdos
que van a vivir en nosotros como nómades y jamás los recordaremos porque nunca
los olvidaremos. Serán parte de los
ciclos nómades que también tienen destino de héroe, tienen un final pautado y estipulado.
Se vivieron y murieron momentos interesantes que quedan grabados en un manojo
de entrevistas que de apoco irán tomando un rumbo propio de milagro y ausencia.
Nos
llevamos en el grabador historias que jamás pensábamos escuchar hasta que un
buen día Horacio nos abrió las puertas y
los entrevistados nos brindaron paciencia, silencios, recuerdos y corazón. En esta despedida no hay tiempo de
recitar nombres ni momentos, todos están grabados y de apoco se hacen parte del
éter y del fuera de ambiente. Nos vamos con la alegría de haber ido días y días
por la mañana a entrevistar y ver como miles de giles se mataban en los bondis
para lamer el culo de sus jefes por diez horas de oficina y un puñado de mangos
mientras, nosotros íbamos a entrevistar y hacer realmente algo que nos llenara
el alma, por una vez tan solo por una vez nos llenara el alma. En cada pregunta,
cada sonrisa, cada llanto y reflexión de los entrevistados, sentía que fusilaba
un informe social, sentía que era el
Torquemada de una derivación, sentía que cerraba la puerta de un parador del
gobierno de la ciudad con su stasis de política social. En cada trompazo al
aire de palabras le cerrábamos el orto al trabajador social y su teoría, le
cerrábamos la boca al psicólogo social progre de Palermo que quiere ver como
vive un pobre.
Nací
y me críe en un barrio de mierda, donde la delincuencia y la falopa y su
soledad florecen todos los días a cada paso. Me críe en la decepción de saber
que no iba a llegar mas allá de donde se extendiera mi pene, supe de pendejo
que la soledad y algunos libros serían mi única compañía a esta altura de mi vida.
Supe desde que me meé en la cama que mi destino estaba marcado; delincuente, puto,
falopero, perdedor, putañero, borracho…. fueron adjetivos que conviven en mí. Cambié
el amor de mi vida por la historia, cambié la vida burguesa de los hijos y los
domingos con familia por el vino, la soledad y la marihuana, enterré a mi vieja
por un poco mas de libertad, tengo una deuda con mi ex psicoanalista porque la
guita me la gaste en un viaje interior de LSD , cambié la oficina por levantarme
a las 12 del mediodía, cambié los libros de Sábato y Borges por una buena
mamada en un cabaret de Lanús , cambié
una vida programada por un nunca vino, olvide los pronósticos de extremaunción
por llegar temblando a algún lugar . Pero es difícil que cambie, entierre o
adeude los recuerdos que me llevé del Monteagudo. Tal vez no tenga rumbo pero
no pretendo recordar de manera novedosa el olvido de temer y decir que fui y
fuimos parte de una historia mas allá de su palidez , su vueltas atrás y sus
dolores ; fuimos parte de la gente que habita el Monteagudo y con su permiso
los invito a que alquilen de a ratos mi corazón. Capaz que me hace bien.
Bengala
No hay comentarios:
Publicar un comentario