viernes, 10 de agosto de 2012

El final en tiempos del Monteagudo


          Amor, muerte y final; se puede catalogar como un tridente de destino de héroe griego, el que no puede evitar su final “la tragedia”. Finalizamos las entrevistas del Monteagudo con un puñado de recuerdos que van a vivir en nosotros como nómades y jamás los recordaremos porque nunca los olvidaremos.  Serán parte de los ciclos nómades que también tienen destino de héroe, tienen un final pautado y estipulado. Se vivieron y murieron momentos interesantes que quedan grabados en un manojo de entrevistas que de apoco irán tomando un rumbo propio de milagro y ausencia.
         Nos llevamos en el grabador historias que jamás pensábamos escuchar hasta que un buen día Horacio  nos abrió las puertas y los entrevistados nos brindaron paciencia, silencios, recuerdos y  corazón. En esta despedida no hay tiempo de recitar nombres ni momentos, todos están grabados y de apoco se hacen parte del éter y del fuera de ambiente. Nos vamos con la alegría de haber ido días y días por la mañana a entrevistar y ver como miles de giles se mataban en los bondis para lamer el culo de sus jefes por diez horas de oficina y un puñado de mangos mientras, nosotros íbamos a entrevistar y hacer realmente algo que nos llenara el alma, por una vez tan solo por una vez nos llenara el alma. En cada pregunta, cada sonrisa, cada llanto y reflexión de los entrevistados, sentía que fusilaba un informe  social, sentía que era el Torquemada de una derivación, sentía que cerraba la puerta de un parador del gobierno de la ciudad con su stasis de política social. En cada trompazo al aire de palabras le cerrábamos el orto al trabajador social y su teoría, le cerrábamos la boca al psicólogo social progre de Palermo que quiere ver como vive un pobre.
         Nací y me críe en un barrio de mierda, donde la delincuencia y la falopa y su soledad florecen todos los días a cada paso. Me críe en la decepción de saber que no iba a llegar mas allá de donde se extendiera mi pene, supe de pendejo que la soledad y algunos libros serían mi única compañía a esta altura de mi vida. Supe desde que me meé en la cama que mi destino estaba marcado; delincuente, puto, falopero, perdedor, putañero, borracho…. fueron adjetivos que conviven en mí. Cambié el amor de mi vida por la historia, cambié la vida burguesa de los hijos y los domingos con familia por el vino, la soledad y la marihuana, enterré a mi vieja por un poco mas de libertad, tengo una deuda con mi ex psicoanalista porque la guita me la gaste en un viaje interior de LSD , cambié la oficina por levantarme a las 12 del mediodía, cambié los libros de Sábato y Borges por una buena mamada en un  cabaret de Lanús , cambié una vida programada por un nunca vino, olvide los pronósticos de extremaunción por llegar temblando a algún lugar . Pero es difícil que cambie, entierre o adeude los recuerdos que me llevé del Monteagudo. Tal vez no tenga rumbo pero no pretendo recordar de manera novedosa el olvido de temer y decir que fui y fuimos parte de una historia mas allá de su palidez , su vueltas atrás y sus dolores ; fuimos parte de la gente que habita el Monteagudo y con su permiso los invito a que alquilen de a ratos mi corazón. Capaz que me hace bien.

Bengala




No hay comentarios:

Publicar un comentario