jueves, 2 de agosto de 2012

Maluco Callejero


“Yo corrí descalzo, jugando mi infancia, y fui al colegio hasta que hizo falta. Caminé por la vida buscando mi esperanza, y volví a la villa donde construí mi casa. A fuerza de pulmón, sudor, lloré mis propias lagrimas, por que llevo en las venas, sangre de pueblo que es masa”. (Miguel Ángel Lobos)

         La historia de Miguel Angel Lobos es la de un sin fin de personajes, con sus caras y caretas, ropajes disímiles, y peinados siempre elegidos para la ocasion. Sin embargo detras de esas apariencias se esconde una rica historia social. Fue empleado estatal, militante gremial, desocupado, “sin techo”, vendedor ambulante, actor callejero, cirquero, amante de la libertad, y quien sabe que más. Actualmente sobrevive “diviertiendose” como malabarista en los semáforos de la ciudad de Bs As, y pasa la mayoría de sus noches en el hogar Monteagudo.

         Recuerda un poco a uno de los personajes del genial Haroldo Conti que aparece en su novela “Mascaró el Cazador Americano”. En ese universo de simbolismo hermoso está Oreste; personaje principal de la novela citada.

         Oreste a partir del encuentro con un “colectivo social” decide cambiar su historia, dejando atrás una vida solitaria y rutianaria de vagabundo individual. El barco “el Mañana”, lo llevará a muchos lugares con una geografia natural, y social muy similar a la de la Argentina.
        
         El “Circo del Arca”, suerte de proyecto politico y cultural “libertario” dejará en esos lugares y en cada uno de los personajes, esperanzas e ilusiones que provocarán una gran rebelión contra un orden social siempre injusto.

         Miguel como Oreste tambien supo luchar. Fué uno de los tantos ciudadanos que se levantaron contra la injusticia del modelo neoliberal instaurado en los 90. La historia de Miguel es como la de muchos que perdieron esa batalla. Desocupacion, hambre, vivir en la calle, sobrevivir como se pueda, dentro o fuera de la ley.

         En ese sombrío caos y soledad apareció como compañera la eterna imaginación, que lo llevó a la venta ambulante, a la actuación, al “circo de los microbios” etc. Este circo de naturaleza “individual” no tuvo seguramente los efectos deseados comercialmente por Miguel; pero curiosamente, al igual que el personaje de Conti, produjo efectos “parecidos” a los del “Circo del Arca”. En él descubrió una forma de “libertad” a traves del arte.
        
         Miguel al narrar su experiencia callejera muestra el valor existencial que tiene par él la “libertad individual”. “La vida es hacer lo que uno quiere (…) respetando un poco los esquemas, los codigos de la calle, sin molestar al otro, y tratando de ser feliz”.  Con esta definición Miguel parece volver al inicio de la novela de Haroldo Conti. “El problema de una libertad individual y solitaria”.

         A diferencia de Miguel, Oreste luego de un derrotero de situaciones diversas y drámaticas descubre al final de “Mascaro” otra “libertad” posible, diferente a la “individual”. Ella es descrita por Haroldo Conti de manera genial, e inolvidable recordando que la misma no puede concebirse, ni realizarse “sin luchar, siempre colectivamente” por ella:
        
"Liquidaron a Alvarenga y a su partida de infernales (...) Fue cosa de Mascaró. Los muchachos se portaron bien. Se refería sin duda a toda la compañía (...) brindó en silencio por todos los amigos, esos bravos compañeros, y lo apuró de un trago. Luego apartó el banco, se puso de pie y anunció con voz de príncipe:

                                      ¡Damas y caballeros!

                                      ¡Respetable público!
                                      ¡La función ha terminado!

              Levantó un brazo, agradeciendo imaginarios aplausos (...) En realidad, la verdadera función comenzaba recién ahora. Allá lejos un barco cojonudo con un cañoncito montado en la proa y un ángel que hendía el agua esperaba por él.

            Sostuvo el brazo en alto un tiempo todavía, después lo bajó lentamente y acarició el grillete que le colgaba del cuello.
Acababa de reconocer su camino".

           La preferencia (o no) de alguna de estas dos libertades, en apariencia contradictorias, quedará como siempre a criterio del lector. 


Payaso Pirinola

















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