En un comienzo, en el primitivo
aparato psíquico no hay una indisociación entre interior y exterior, es decir, aun
no existe la capacidad de sentir lo exterior, y en su lugar se inscribe una sensación completud. Luego logra
disociar lo que esta por dentro de lo que esta por fuera de él mismo. En un
primer momento dejando todo lo placentero dentro de sí y todo lo displacentero
por fuera. Paulatinamente comienza a percibir que ni todo lo bueno está por
dentro, ni todo lo malo está fuera, de esta forma se comienza a derrumbar la
primera división y adquiere la capacidad de sentir que hay tanto dentro como
fuera de sí fenómenos placenteros y displacenteros.
El
amor originariamente instalado en el propio cuerpo erogeneizado, sale en búsqueda
de otro cuerpo similar al mismo. Allí se ubican dos posibles figuras, la del
que ama y la del que es amado. Cualquiera de estas dos posiciones conseguirían perturbar
si se mantiene estáticas. Pero el tiempo fluctúa incesantemente y en su correr
da espacio para las posibles transformaciones, cambios, rotaciones. Y asimismo deberían
alternarse las distintas posiciones del amor.
Andrea Pérez
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