“La
mejor manera de destruir la salud pública es hacerla funcionar mal”
(dijo un
flaco en la guardia del Hospital Borda)
¿Hay que asistir a las personas que
lo necesitan? Sí. ¿Por qué?. ¡Porque sí!. Bueno tranquilo, está bien te explico:
ni el más malo de los liberales del siglo XIX defendería la tesis de que no hay
que ayudar en absoluto a las personas. Si bien recomendaría, en primer lugar,
defender la libertad del individuo. Podemos sospechar que los hombres de carne
y hueso les despertarían otros sentimientos, porque todos ya sabemos que el individuo
es una cosa abstracta inventada en algún escritorio creativo construido con
madera africana. Individuo-persona. Persona-individuo. Una cosa es una cosa, y
otra cosa es otra cosa, dijo el filósofo Panigazzi. Un liberal diría que cada
individuo es libre de buscar su destino, pero para empezar por algún lado, la
persona tiene un cuerpo que siente, que toca, que olfatea, que ve y por sobre
todo que mira. Y si no es posible experimentar la vivencia del otro, es posible
generar una empatía a través de la mirada, esos ojos que ejercen dolor, la
oscuridad de la miseria, la tortura del estar conviviendo con la injusticia de
encontrarse en situación de calle. Y si para un intelectual liberal
decimonónico la justicia era defender al individuo libre frente al estado
absolutista, para un tardío peronista y sudaca del tercer milenio, justicia es
generar condiciones dignas para la mayoría. Y la libertad liberal: libertad
para morirse de hambre.
Pero ¿qué tiene que ver todo esto
conmigo?, ¡Esperá! Hablemos de Justicia Social. Y otra vez con las
abstracciones, qué me parió. Y entre la fe cristiana, que también pide igualdad
y las reacciones de ese egoísmo liberal, nace una nueva y alocada fe como tercera
posición para resolver la eterna dicotomía filosófica entre igualdad y
libertad. Los franceses no pudieron ni pensarla porque luego de que invadieron
el mundo, desde sus colonias se llenó la metrópolis de muchos árabes, latinos y
negros. Macri tampoco puede porque la
Paris sudamericana esta invadida, asediada por extraterrestres
del conurbano e usurpadores del interior y de países limítrofes que no saben
cuál es la capital del Reino Unido ¡Qué barbaridad! Escuche decirle a una
viejita litarizada, estirada al mejor estilo Mirtha Legrand de Tinayre. Pero
hay que decirlo, es este espíritu neoliberal el que aprendió muchísimo del
populismo y que ya no es tan ingenuo como el de Stuart Mill y su pandilla y
todos aquellos, que aunque sea creían en algo más que en la codicia y la
ambición del cargo administrativo, ya ni digo poder porque en definitiva
hablamos de poca cosa, resumiendo “no gastés pólvora en chimango”, me decía mi
abuela mientras apagaba el televisor donde el noticiero sentenciaba que con los
miliares estábamos mejor. Sí, hablamos de nuestra peor democracia, aquel error
de la estadística, había dicho el ciego. Pero no se alarmen, es que inventaba porque
no podía ver nada. Peor, veía todo grises, él mismo lo había confesado. Pero
volvamos a nuestro populacho, a nuestro queridísimo medio pelo golpista que hoy
defiende que un silbato suene en una plaza a las ocho de la noche para que los
rebaños de ovejitas (que somos) nos auto-arreemos hacia la salida, ¡¡¡pero qué
pelotudos!!! Dignidad y cordura. Gente que le gusta vivir como gentuza.
Dignidad es la que falta, pero esa es otra historia que les voy a contar cuando
les explique como el puto Gobierno de la Ciudad lucra y se beneficia con la libertad de
los que siempre pierden, esos que los antiguos liberales añoraban brindándosela
a los burgueses, pero que cuando salieron de sus mesas, adornadas con el oro
Inca, vieron que la libertad no es mejor administrarla entre todos, se
volvieron liberales-conservadores (¡qué gran invento argentino!,
liberal-conservador, como la birome y el colectivo ¿qué felicidad que los
argentinos inventamos la picana!) olvidaron rápidamente y ni que hablar de
estos neo-liberales, que leyeron a Maquiavelo y aprendieron los mejores yeites
de nuestro peor peronismo: el que firmaba el remito de la entrega de alpargatas
con el sello de las tres A.
Resumen: el
liberal aprendió del populismo, y mientras se vende humo con una pantalla
asistencialista destruye subejecutando el presupuesto de servicios públicos,
los logros sociales consistentes que se ganó a través de la lucha peronista de
años. Mal funcionamiento y se cierran los servicios justamente porque no funcionan,
alimentan el círculo vicioso, y luego el estallido de la protesta social, por último
nada mejor que contener con palos y alimentar el negocio de la seguridad.
El Rufián de Pompeya
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