Ahora
que ha pasado el mismo tiempo que el que vivió Cristo rey en el desierto, Pipino
camina y se mira en cada una de las vidrieras de la calle Santa Fé. Se sube a
su descapotable y lo arranca retomando por la calle Avellaneda hasta la plaza
Flores. Mira al pai de plaza Constitución: Solo Dios nos puede salvar. Cosmo
muestra los dientes y Pipino sonríe. Pasa por Cid Campeador y ya no encuentra a
nadie. Le hubiera gustado ver a ese diablo Tombo con cara de abuela para demostrarle
que no era un perdedor. Estaciona y se acerca un niño de la calle. Pipino saca
un cigarrillo y se lo coloca en la boca. Lo introduce sosteniéndolo con la
lengua y se quema, el niño ríe, Pipino se enoja pero le acaricia la cabeza.
Gatilla al aire y el niño frunce el seño y llora.
Arranca
el coche y va para Recoleta. Estaciona su convertible e ingresa a su oficina.
Marca el número y se comunica con Bertino. No, no soy Firpo, soy Pipino, ese
Firpo es el que te tiene que pagar, pero claro andá para el Cid Campeador que
ahí vas a encontrar soluciones. Cuelga el teléfono y se mira al espejo: está
flaco y fibroso, el traje le queda bien. Sale a caminar por Plaza Francia y de
repente un nubarrón de palomas. Un tornado fecal se avecina, una continua lluvia
de mierda le cae en la cabeza. Se le mete en la boca. Qué boludo cómo no
ajusticié en su momento al pajarero loco de Combate de los Posos. Abre el
ropero y saca el disfraz de diablo, se coloca una capucha con el rostro
avejentado de una señora mayor, marca el celular mientras sale por la puerta:
hola Bertino tengo el gran negocio de tu vida, andá para el cruce de Cid
Campeador…
FIN
No hay comentarios:
Publicar un comentario