(Más precisamente
llamados asistentes sociales por su colaboracionismo práctico a los políticos
del Opus Dei. Inofensivos a la hora de criticar y con una vocación profesional
desmedida para hacer el bien. Además cabe indicar el rescate del nombre
“profesionales” estaba patentado por las prostitutas del barrio de
Constitución.)
Sonó
el teléfono. El himno de la alegría retumbaba en todo el monoambiente con la
distorsión de “Violadores”. Firpo corrió y levantó el tubo, era Elvio Pilato (el
gordo siempre se lo confundía con Adolfo, hasta sospechaba que era la misma
persona pero que, cambiando el tono de voz, confundía al gordo tirándose la
pelota para ver quien le pagaba.) Ey gordo muy bien!, te despachaste a varios
del gremio zurdo, pero me vas a pagar de una vez? Ah… en primer lugar no me
llamo gordo, me llamo Pipino!. Pero claro, ahora tenés que fletar a las guachas
de las asistentes sociales que reclaman ser llamadas trabajadoras sociales, te
explico: el sindicato de los garcas está preocupado por el pedido de cambio de
categoría de los asistentes sociales, porque estas dóciles quieren que se les
cambie el nombre de asistentes social a trabajadoras social y que les paguen
más. Sí, dijo el gordo, todo bien, pero me vas a pagar que tengo que ponerme al
día con la pensión?, pero claro gordo! cómo no te lo dijo Adolfo? Andá al cruce
de avenidas de Cid Campeador que ahí va a estar el diablo Tombo, él es que
tiene la guita, pero antes tenés que despachar a toda la lista de asistentes
sociales que te voy a pasar ahora, después te llevás toda la tarasca junta.
Al
día siguiente, el gordo Firpo fue asustando a una por una a las líderes de las
asistentes sociales y cumpliendo con la lista que le había pasado Elvio. Asustar
a las asistentes sociales era una tarea que disfrutaba muchísimo, hasta lo hubiera
hecho gratis. A la tarde fue para el cruce del Cid Campeador. Pero para dónde
carajo iban tantas avenidas juntas? De lejos vio al diablo Tombo apoyado en el
tronco de un árbol justo en centro de la plazoleta del cruce de caminos. A
medida que el gordo se acercaba la bruma crecía.
Pero
cuando llegó la que estaba apoyada en el árbol era su abuela. Gordo inservible
qué hiciste con mi banco y con mi libro, si ni siquiera sabés leer ignorante!, hola
abuela vengo a cobrar. Pero las cosas no son así, vos tenés que hacer las cosas
bien nietito, alimentarte correctamente ¿llevás documentos? Tomá este
sanguchito de milanesa. El gordo lo agarró y se lo llevó a su boca una y otra
vez hasta morderse un dedo. Cuando la bruma aumentó el diablo Tombo con cara de
abuela desapareció. El gordo Firpo caminó por la Avenida Gaona siguiendo su
marcha y tratando de recordar la melodía, no había caso, ahora sí se la había
olvidado y el loro Abelardo ya no estaba en este mundo para recordar lo que seguramente
hubiera sido un corte de difusión.
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