lunes, 1 de abril de 2013

5. ¿Es lo mismo la xenofobia del verdulero que la de un psicólogo de la asistencia social municipal? No, estamos perdidos.



            El gordo Firpo volvió a la pensión en puntitas de pie y cuando llegó a su habitación estaba bloqueada. ¡Cosmo!, el pobrecito había quedado adentro. El gordo fue enfurecido a la recepción, lo agarraría del cogote al viejo Arturo. Cuando llegó a la puerta leyó el cartel: DOGOR FLETÁ DE ACÁ PORQUE LLAMO A LA NACA. Qué podía hacer?, ir al cruce a pedir algo de dinero para pagar la pensión y que su abuela con cabeza de diablo Tombo lo cague a pedos?. Caminó por una avenida sin nombre hasta llegar al cruce de Cid Campeador. Cosmo! Lo vio en la copa de un árbol y le gritó haciendo señas para que se acercara pero el animalejo lo seguía saltando en la altura de árbol en árbol.
            Cuando llegó al cruce de Cid Campeador estaba el diablo Tombo con el rostro de la abuela y comenzó el sermón: la asistencia social la creó Dios a través de la CIA para controlar, la idea es mantener dócil al pobre. Luego le señaló hacia un costado y cuando el gordo Firpo retornó para preguntarle sobre Dios vio que junto al sanguchito de milanesa había un celular que sonaba. El gordo lo atiendió y se escuchó la voz de Adolfo:
            Hay que investigar al palomero que vive debajo del puente de la calle Combate de los pozos, hay peligro inminente de que las palomas caguen en la cabeza de nuestros honorables políticos corruptos, son lo que tenemos y hay que cuidarlos. Hay muy buena paga, después hablaremos de esto y cerraremos detalles. Si realmente hay palomas no dudes en despachar a ese siniestro personaje a la noche, aprovechá cuando se levanta esa bruma impúdica. Cortó.
            Estaba oscureciendo y el gordo agarró una de las avenidas del cruce de Cid Campeador y en menos de dos minutos llegó al sitio donde debía ajusticiar al subersivo. Lo observó a unos cincuenta metros y desenfundó su faca, a los vagabundo no alcanzaba con asustarlos como a los asistentes sociales. Se acercó y vio cómo el hombre le daba pan rayado y acariciaba a una de sus palomas. El gordo Firpo se acordó de la buena onda del loro Abelardo, cuando le recordaba las canciones olvidadas y cuando lo acompañaba imitando alguna batería o si le salía algún bajo armónico. El gordo guardó la faca y se hechó a andar. Ya era de noche y tenía sueño se tiró debajo del asiento de una plazoleta cercana.


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