lunes, 1 de abril de 2013

Encrucijada (Por el Rufián)

Segunda serie Nómades:

1.
El gordo Pipino Firpo

            El gallo Confucio cantó a las cuatro de la mañana, estaba confundido con el cambio del horario ya que lo habían comprado en Ushuaia, hacía cualquiera, por algo le había puesto ese nombre. Encima el loro Abelardo lo secundaba a puro cacareo. La puta que los parió, qué carajo les pasa?. Que cante desafinado todo bien, pero una hora antes?. El gordo Firpo estaba cansado. Esa noche se había quedado ensayando un tema nuevo, había estado inspirado con la guitarra criolla, por eso aguantó bastante, además que se ayudó con alguna que otra línea creadora. El gordo abrió un ojo y le pareció que los animales lo burlaban. Agarró un zapato y se los arrojó. El calzado traspasó el ventanal. Cayó nueve pisos junto a los pedazos de vidrio. Cuando se asomó escuchó la puteada de un tachero que, desde la altura, se veía enfurecido como una hormiga en un día nublado cuando se le saca la hoja que lleva en el lomo.
            Todavía faltaban cinco horas para presentarse al trabajo pero no podría dormir porque Confucio no pararía de cacarear junto a la buena imitación del loro Abelardo, que además, levantaba sus plumas y caminaba con pasos cortos de un lado al otro de la sala. Se la agarraba con Baquito, el gato que Pipino Firpo había encontrado el día anterior en la calle. Con Dante y Demócrito sumaban cuatro en la pandilla gatuna, no olvidándonos de Casper el perro negro y violador de gatos que había domesticado hacía dos años, en realidad el gordo Firpo se lo había afanado a un mendigo del barrio de San Cristóbal cuando este se había quedado inconciente después de chuparse cinco tetras de tinto en el desayuno. El gordo lo arrastró hasta la guardia del Hospital Ramos Mejía y lo tiró en la vereda cuando miró hacia el perrito Casper, le pareció más fácil llevárselo que dejarlo, ya tenía nombre y había un tema menos en qué pensar.
            El gordo Pipino puso la pava y vio la pecera quebrada, quién carajo fue?, y golpeó la mesa, toda la pandilla miró hacia el suelo doblando las orejitas. Porque ahora en libertad, los hamsters estarían haciendo sus cuevas por todos los rincones y quién sabe si se apareaban con las ratas que tenían la entrada al monoambiente detrás de la heladera. Abrió el armario y ahí estaba Apolo enroscada en un palo de escoba, la boa se estaba comiendo a uno de los roedores.
            El gordo corrió el sillón y se cayeron dos sillas con una torre de ropa. Pero dónde carajo estaba Cosmo? Levantó un almohadón y debajo estaba el control remoto. Encendió la tele que hizo un chispazo. Voló una polilla que se estacionó en el techo. La miró de reojo porque su aleteo era peligrosamente zigzagueante. La escupió y al errarle el gargajo verde pegó en el espejo. Se miró y estaba barbudo y ojeroso. Pensó en la llegada al trabajo y sonrió.
            Abrió la puerta y asomó la cabeza por el largo pasillo de la pensión. Todo estaba calmo. Salió sigiloso y agarró el diario del vecino. Fue directo hacia la pava y cargó el mate de yerba. Se sentó arriba de los lentes y sintió el crac. Leyó el titular: “Insólito. 10 de diciembre del año 2013. En el día del Trabajador Social un asistente social muere de paro cardíaco al ser asustado por un mendigo que parecía muerto”. Ja, ja, sorbió y escuchó el crujido del mate. Dio vuelta la página y se quedó mirando el culo de la señorita de la contratapa. Dejó el diario en la mesa y le dio un beso, luego otro, apoyó la cabeza…

                                                                                                                      to be continued...




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