Ahora que están todos de
vacaciones en la “Feliz” y usted se encuentra como un mulo en la recalcitrante
ciudad, no se aflija que aunque sea podrá ver como nunca el verdadero paisaje
autóctono de mi Buenos Aires querido. Disfrute: menos oficinistas caminando, también
menos autos atascados en las callejuelas, aunque eso sí, siempre más calor de
enero y más vagabundos que se dejan ver ante la falta de transeúntes. Es el
momento de congraciarse con su realidad. Ahora sí, observaremos que con
frecuencia encontramos personas tiradas en la calle como si emergieran de las
baldosas, a veces una al lado de la otra, o simplemente cobijados con algún
perro reluciente, también en situación de calle. Conducta que se repite en avenidas,
plazas y estaciones de trenes. Habrá que refregar los ojos para que la vista se
le agudice y salga del acostumbramiento que funde la jungla citadina con
aquella añorada urbanidad sarmientina. Ete aquí las costillas del soñado oasis
civilizatorio de nuestro respetado prócer. Distinga al mendigo de la bolsa con la
que se tapa, ¡no caiga en el error!. Hasta hubo un caso en el que se confundió al
linye con un semáforo ¡vergonzoso!. Después de esta aclaración semiótica, usted
estará preparado para diferenciar el significado del significante.
No
es importante que el mendigo no hable o que esté dormido, lo esencial es saber
que siempre necesita afecto. Una vez en el lugar de afección, levante la mano y
junte los dedos, luego apoye suavemente las yemas y deslice la mano por el
cabello del afectado. Tener en cuenta que es conveniente utilizar primero la
mano izquierda, da mejor impronta en las clases progresistas y alza la esperanza
en las clases populares, llegando a tener, en el momento en que se consuma el
cariño, la mitad más uno de la opinión pública a su favor. Ahora sí está en el
momento apropiado para coordinar con la otra mano, la derecha (¡No se alerte!,
la primera impresión es la que cuenta), y luego con la mano antes citada. Disculpe
la coincidencia de la palabra “mano” para nombrar distintas partes del cuerpo.
Tampoco se preocupe si en la vorágine de cariño mezcla de manera desprolija la
alternancia de manos, incluso muchos intelectuales se confunden entre la
izquierda y la derecha.
Es
fundamental descansar los brazos. No se acalambre arrebatadamente estos miembros
que son de gran utilidad para la vida diaria. No se altere si no recibe a
cambio la palabra “gracias”, incluso si la persona sigue dormida o muerta, o si
solo escucha entre susurros el “¡Dale Bo’, dale Bo!”. Usted retírese rápido del
lugar de afección una vez transmitido el cariño, que el vagabundo seguramente
estará drogado o borracho (o con ambas adicciones a la vez) tirado en el sitio de
reposo hasta el momento en que se termine su tormentosa jornada laboral y se
produzca su añorado retorno a casa, por la misma vereda, donde al paso podrá mirar
de reojo al mendigo y volver tranquilo a su hogar (ahora sí) sin sentimiento de
culpa.
muy interesante. ahora me queda la sensación de que la culpa social no es más que un compromiso un poco hipócrita entre la idea de solidaridad y la convicción liberal de la autodeterminación. nos queda determinar a cada uno o a todos sí somos individualmente responsables por el otro o sí existe o es posible una forma de responsabilidad social cargada por el sujeto porq evidentemente el delegar esa carga a las instituciones aleja al individuo de la situación. mario
ResponderEliminarHay una responsabilidad social necesaria que funciona como hilo invisible que nos ata a la convivencia, objeto de crítica Nómades. Presentar el debate dentro de nuestras degradadas instituciones, pero por sobre todo salir de la burocrácia y refugiarnos en el poder oxigenardor que emana de la comunicación que ofrece el arte como sentimiento reflexivo.
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