jueves, 14 de febrero de 2013

A cerca de la entrevista con Roberto.


        Queda en evidencia la falta de propuestas saludables que ofrece la política pública en materia de Acción Social que se aplican para gente en situación de calle en la Ciudad de Buenos Aires. El Ministerio de Desarrollo Social (a través de BAP), interviene en la vida de Roberto ofreciendo un pequeño abanico de respuestas que considera institucionalmente satisfactorias como posible solución al caso: internación en un neuropsiquiátrico desabastecido, un subsidio de alquiler con montos que se encuentran por debajo del precio de mercado, o paradores que no responden con profesionales aptos del conocimiento específico necesario para asistir a personas con capacidades diferentes y contener a sujetos que se encuentran con su salud mental comprometida. Se barajan ofertas institucionales donde las resoluciones del caso están acorde a la dinámica del dispositivo o a la necesidad de cierta intencionalidad política que tiene por objeto la desaparición, la invisibilización o el silencio obediente de las personas en situación de calle. Hablamos de necesidades políticas y/o institucionales (leer “Pobreza del tercer milenio”) pero nunca de las necesidades subjetivas. Se omite la particularidad de la persona. Se esquiva el reclamo del que necesita la asistencia del Estado. Desde la perspectiva institucional no se apuesta al diálogo, se domina a través de un monólogo fascista enmascarado de una doble careta: la de la verdad profesional y la de la máscara democrática y humanística de la acción social. En definitiva se persigue al distinto. Se lo encierra o se lo invisibiliza. Mucho más práctica y fácil es esta política del consumo de cuerpos, que aceptar a las personas y discutir con el que piensa diferente y reclama justicia social.
            Roberto dice que las palabras de los gobiernos de turno se las lleva el viento, que ni Nación, ni la Ciudad construyen como lo hizo el peronismo de Perón. Nos dice una verdad olvidada. Recordemos que la mayoría de los hospitales que hoy funcionan en la ciudad fueron construidos dentro de la primera y la segunda presidencia de Perón y que estamos muy lejos del acceso a la vivienda social que se conoció entre los años 1946 y 1955, y desde 1948 a través de la Fundación Eva Perón, siendo en aquel entonces la necesidad de la gente parte de una prioridad en cuanto a intencionalidad política. Reflejo del cual hoy nos llega solo una vaga política de enmascaramiento revestida de una dulce réplica caricaturezca. Y esto no lo digo yo, principalmente lo dice Roberto en la esquina de Cochabamba y la Avenida Entre Ríos, en situación de calle, olvidado por la asistencia social y perseguido por la municipalidad, porque a los locos se sabe que es peligroso escucharlos darles respuestas satisfactorias. Parece ser que para la lógica institucional es más eficiente y saludable silenciarlos, ocultarlos o en el mejor de los casos desaparecerlos en carne viva.

                                                                                                                                                            El Rufián



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