Queda en evidencia la falta de
propuestas saludables que ofrece la política pública en materia de Acción
Social que se aplican para gente en situación de calle en la Ciudad de Buenos Aires. El
Ministerio de Desarrollo Social (a través de BAP), interviene en la vida de
Roberto ofreciendo un pequeño abanico de respuestas que considera institucionalmente
satisfactorias como posible solución al caso: internación en un
neuropsiquiátrico desabastecido, un subsidio de alquiler con montos que se
encuentran por debajo del precio de mercado, o paradores que no responden con
profesionales aptos del conocimiento específico necesario para asistir a personas
con capacidades diferentes y contener a sujetos que se encuentran con su salud
mental comprometida. Se barajan ofertas institucionales donde las resoluciones
del caso están acorde a la dinámica del dispositivo o a la necesidad de cierta
intencionalidad política que tiene por objeto la desaparición, la invisibilización
o el silencio obediente de las personas en situación de calle. Hablamos de
necesidades políticas y/o institucionales (leer “Pobreza del tercer milenio”)
pero nunca de las necesidades subjetivas. Se omite la particularidad de la
persona. Se esquiva el reclamo del que necesita la asistencia del Estado. Desde
la perspectiva institucional no se apuesta al diálogo, se domina a través de un
monólogo fascista enmascarado de una doble careta: la de la verdad profesional
y la de la máscara democrática y humanística de la acción social. En definitiva
se persigue al distinto. Se lo encierra o se lo invisibiliza. Mucho más
práctica y fácil es esta política del consumo de cuerpos, que aceptar a las
personas y discutir con el que piensa diferente y reclama justicia social.
Roberto
dice que las palabras de los gobiernos de turno se las lleva el viento, que ni
Nación, ni la Ciudad
construyen como lo hizo el peronismo de Perón. Nos dice una verdad olvidada.
Recordemos que la mayoría de los hospitales que hoy funcionan en la ciudad fueron
construidos dentro de la primera y la segunda presidencia de Perón y que estamos
muy lejos del acceso a la vivienda social que se conoció entre los años 1946 y
1955, y desde 1948 a
través de la Fundación Eva
Perón, siendo en aquel entonces la necesidad de la gente parte de una prioridad
en cuanto a intencionalidad política. Reflejo del cual hoy nos llega solo una
vaga política de enmascaramiento revestida de una dulce réplica caricaturezca.
Y esto no lo digo yo, principalmente lo dice Roberto en la esquina de
Cochabamba y la Avenida Entre
Ríos, en situación de calle, olvidado por la asistencia social y perseguido por
la municipalidad, porque a los locos se sabe que es peligroso escucharlos darles
respuestas satisfactorias. Parece ser que para la lógica institucional es más
eficiente y saludable silenciarlos, ocultarlos o en el mejor de los casos desaparecerlos
en carne viva.
El
Rufián
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