“Dios nos tiene bronca, la prueba: nos condenó al lenguaje”
La palabra daña con el residuo de su
polisemia. Por cada enunciado hay infinidades que se pierden como la electricidad
en el agua y se estancan en la memoria.
El monólogo interior es la restauración
del sistema, es la multiplicidad de sentidos inabarcables. Es la infinidad
alienada.
Compartir la palabra. El escritor escupe
en el teclado. La palabra media entre lo dicho y la intención, y entre la
recepción y la comprensión. El entrevistador comparte su lengua con la audiencia.
El diálogo permite conducir el torrente del pesar, puliendo el residuo,
saltando el abismo que existe entre el sentir y el lenguaje.
Grupo Nómades
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