Cartel
luminoso: Nació el porteño ciento veinte mil millones. Sonrisas. Escribo en mi
teclado abdominal: “Estoy contento”. Crece mi identidad, un hermano más con el
cual poder compartir la ciudad.
Se abren mis ojos a las ocho de la
mañana. Me adapto al cuarto turno de vida. Piso tierra y eso me alegra. No es
fácil pasar de nivel. Pocos escapamos del túnel. El mar plagado de
barcos-edificios y el cielo de naves-oficinas. La espalda cuarteada. Los
túneles cuevas con humedad. Por suerte en el cielo oxígeno, el smog no deja
pensar a nuestra clase política. Ya pasaron tres horas veintisiete minutos, en
cuatro horas treinta y tres minutos debo volver a la incubadora. Cumplo mis
ocho horas de vigilia.
Ojos me arden. El sol: la bola de
fuego suspendida en el cielo nunca se apaga. La cueva vuelve en el sueño. La
información se condensa en los cuerpos a través de ondas. Suena en los oídos de
todos cuando se introducen en la incubadora: “los planetas no están saturados”,
suena y resuena. Las palabras vibran, todos las sienten, nadie las escucha,
excepto yo. Los veo allá a lo lejos, abajo. Pequeño cartel en el Congreso. Activistas:
no al control turno-vida, no al control-natalidad. Manifestantes desaparecerán
mañana.
Prohibido el sonido: algún virus
destruyo el aparato sonoro de la humanidad. ¿Habrá sido el período de bombas
nucleares?, laboratorios?, la revolución controladora?, escucharán en las otras
ciudades?
Muros aíslan metrópolis en bloques
cerrados. Fronteras-alambres en los campos sometidos al cemento, máquinas y un
técnico veedor de alambrados: yo. Sospecho que mi labor no cumple función. Satélites
metropolitanos detectan, calculan velocidad-tiempo de una lagartija.
Comida se canjea por pensar, incluso
bebida y techo. Nuestro trabajo es pensar. Sociedad de sordos mudos. Mentes
instaladas en cuerpos. Texto tras texto. Lenguaje de señas.
Música corresponde mundo onírico. No
deja pensar. Música aliena, desintegra razón.
Capitalisocialismo: todos por igual.
Canjeamos ideas al núcleo aéreo organizativo. Deseo más créditos para ascender
de nivel.
Escribo y se lee en mi pantalla
pectoral: Puedo hablar pero no hay nadie quien escuche. Imprimo pantalla.
Camino rápido. En una hora incubadora. Mañana desapareceré.
Detengo el andar. Retrocedo. Cambio
de dirección. Corro.
Agustín Teglia
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