domingo, 2 de septiembre de 2012

Buenos Aires 2563


           Cartel luminoso: Nació el porteño ciento veinte mil millones. Sonrisas. Escribo en mi teclado abdominal: “Estoy contento”. Crece mi identidad, un hermano más con el cual poder compartir la ciudad.
            Se abren mis ojos a las ocho de la mañana. Me adapto al cuarto turno de vida. Piso tierra y eso me alegra. No es fácil pasar de nivel. Pocos escapamos del túnel. El mar plagado de barcos-edificios y el cielo de naves-oficinas. La espalda cuarteada. Los túneles cuevas con humedad. Por suerte en el cielo oxígeno, el smog no deja pensar a nuestra clase política. Ya pasaron tres horas veintisiete minutos, en cuatro horas treinta y tres minutos debo volver a la incubadora. Cumplo mis ocho horas de vigilia.
            Ojos me arden. El sol: la bola de fuego suspendida en el cielo nunca se apaga. La cueva vuelve en el sueño. La información se condensa en los cuerpos a través de ondas. Suena en los oídos de todos cuando se introducen en la incubadora: “los planetas no están saturados”, suena y resuena. Las palabras vibran, todos las sienten, nadie las escucha, excepto yo. Los veo allá a lo lejos, abajo. Pequeño cartel en el Congreso. Activistas: no al control turno-vida, no al control-natalidad. Manifestantes desaparecerán mañana.
            Prohibido el sonido: algún virus destruyo el aparato sonoro de la humanidad. ¿Habrá sido el período de bombas nucleares?, laboratorios?, la revolución controladora?, escucharán en las otras ciudades?
            Muros aíslan metrópolis en bloques cerrados. Fronteras-alambres en los campos sometidos al cemento, máquinas y un técnico veedor de alambrados: yo. Sospecho que mi labor no cumple función. Satélites metropolitanos detectan, calculan velocidad-tiempo de una lagartija.
            Comida se canjea por pensar, incluso bebida y techo. Nuestro trabajo es pensar. Sociedad de sordos mudos. Mentes instaladas en cuerpos. Texto tras texto. Lenguaje de señas.
            Música corresponde mundo onírico. No deja pensar. Música aliena, desintegra razón.
            Capitalisocialismo: todos por igual. Canjeamos ideas al núcleo aéreo organizativo. Deseo más créditos para ascender de nivel.
            Escribo y se lee en mi pantalla pectoral: Puedo hablar pero no hay nadie quien escuche. Imprimo pantalla. Camino rápido. En una hora incubadora. Mañana desapareceré.
            Detengo el andar. Retrocedo. Cambio de dirección. Corro.

Agustín Teglia



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