martes, 22 de enero de 2013

Contestación a Joe el Mercenario y al Galo romanizado


Los esbirros de la planta del BAP y su fiebre amarilla.
                                (Dialogo entre hombres de la caverna)


         Patean y gruñen, saltan como monos, se abrazan en la desesperación de sus raíces. Raíces que plantaron tiempo atrás para dedicarse a lo que son “esbirros”. Sin que les caiga la careta de sus rostros no les tiembla el pulso cuando marcan a los compases del patrón de turno sus decadentes pasos de parásitos travestidos por los pasillos del Rawson.
                Van con la fusta de la moral y desean emancipar al insurrecto que no llena la olla a fin de mes y pide dignidad en su tarea diaria de trabajar. El esbirro cuelga sus carteles con la única frase  que conoce y la imprime en la mente de los extranjeros “el único derecho que tenés es el de pagar el derecho de piso”.  Y así van, inundando de sombras las horas de trabajo, compilando amistades por el tono bajo de la amenaza, complicando vidas en el laburo con la claringrilla de la fiebre amarilla, diluyendo responsabilidades entre los nubarrones de la precariedad. Lamentablemente los esbirros brotan como flores negras en los cementerios, se agazapan en su oscuridad y van montados en sus propios egos.
                Pichones de preceptores mal pagos, policías frustrados, berretines de buches, lame culos del poder ciego e invalido, pasajeros de una promesa mal contada, esperanzados en un milagro roto por el tiempo. Fueron simples consecuencias del destino habernos cruzado un otoño. Son ellos, ellas y muchos más; desparasitados de dignidad, perfumados con extraña hipocresía, temblando bajo amenazas, ñoquis asustados… Son solo plantas que tarde o temprano caerán de culo en una terraza soleada y como guiño de lo que fue el sol se precipitará sobre sus raíces y la seca del futuro los despojará de todo aluvión venidero.
                Viven en un momento de príncipes y princesas, entre ungidos y cenicientas caminan, se ven tan lejos en sus tristes sueños que piensan que ser esbirro es el camino que el todo poderoso les impuso. Creen a falta de razón, que en su trabajo de esbirros  le hacen un bien a la sociedad y tan solo levantan una pared más en este laberinto que inicio aquel Fausto en calzones.
                Nadan en la hipocresía matutina y su sueño de revolución se  despereza en el desayuno y es velado dentro de la monotonía cotidiana que envuelve ser un esbirro y estar sumergido en el no cambio. Matan el tiempo vestidos en la burlona elegancia de sus dramas y desnudando santos se quedan a la espera de ese milagro que los saque de una buena vez y por todas de aquella agonía impensada, la agonía de  ladrar a los cuatro vientos quienes son los responsable del motín a bordo en el día de hoy.
                Como medusas de cabezas vacías intenta petrificar todo a su paso. Con ellos es imposible voltear y mirar el adiós, quieren pisar la alegría; son los viejos vinagres que el tano cantaba en los ochenta. 
Son tan solo enanos que no alcanzan a manotear la compresión del otro.
Las amenazas internas te las metes en el culo, como papillón. Ustedes son la única amenaza; amenaza creada y alimentada por los esbirros!

 BENGALA


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