Dicen que las
segundas vueltas no son buenas, y mientras muchos están de vuelta, el barco de
Nómades está revuelto, con Popeye fumando espinaca en la resbalosa cubierta de
nuestro blog. Y una rara sensación nos produce continuar un programa que navega
en un pantano perdido en el amazonas, ¡selva cerrada si las hay! entre insectos
y alimañas, pero por suerte nos queda algo de oxígeno, ¡qué más da!
Y con la
mejor, Gustavo Viviani nos ofrece un lugar en la mateada, y si, ya somos parte
del Mugica. Nos sentamos en una oficina y aspiramos un aire enrarecido, hoy nos
tocó el sector pastillero. Todos necesitan su placebo. Y James nos indica que en
la fila del pasillo abundan simuladores que juegan al enfermo. Sí, Bond, el mismísimo
James Bond se toma media hora de su preciada vida secreta para concederle una
entrevista a Nómades. Nos salva las papas, como quién dice, porque el invitado con
el que habíamos arreglado hacía poco rato antes, a los cinco minutos de espera,
se fugó espontáneamente, quién sabe con qué rumbo y con qué historia.
Y Bond nos
cuenta de su misión espía, va y viene atacando la vida de la humanidad, y en
ese movimiento pendular incomoda y desatiende el orden moral de nuestra
sociedad, propone muerte y un juego en un ambiente espeso, pero de repente las
reglas cambian, se quiebra cuándo se hace presente el amor al prójimo y la
traición. Esto nos demuestra que un profesional del servicio de inteligencia
para ser eficaz debe comportarse como un ser automatizado, porque se debilita concibiendo
la amistad. La ingratitud desaparece y el cuerpo del agente se convierte en
llanto.
Así es como el
espía que busca envenenar las aguas es desenmascarado, ha torcido el brazo
humanista, está vencido, mostró sus sentimientos, perdió su juego. El imperio
se derrumba y vence el pacto judeo-cristiano: un nuevo orden de mandamientos se
avecina. Y se reafirma la estabilidad junto al prójimo digno de convivencia.
“No matarás”, esculpió Moisés en una piedra, de una vez y para siempre para que
llevemos adelante al mundo con la propuesta de Dios: seres elegidos: humanos y
no animales.
Y de la misma
forma que te venden la entrada de inauguración a un boliche pintarrajeado para
abrirlo con un nuevo nombre, Hobbes reestrena el pacto cultural para salir de
la animalidad conservando el tabú judeo-cristiano, el de los santos evangelios.
Porque la muerte se avecina a cada instante y amenaza a cada mortal y
desestabiliza el orden de la vida y la reproducción del orden del sistema. Años
antes Mateo lo había resumido en dos: “amarás a Dios sobre todas las cosas y al
prójimo como a ti mismo”. Y porque el orden se desestabiliza más allá de la
conservación de la vida, Moisés también ordenó: “No dirás falsos testimonios ni
mentirás” y “No consentirás pensamientos ni deseos impuros”, en definitiva: no
blasfemarás porque la verdad oficial es muy importante, funda el mito creador y
justifica todo aquel sentido con el cual opera el poder hegemónico.
Y en esta
tormenta de sentido, Nómades es acusado por expresarse libremente, por romper
el tabú del sexo y la muerte, de lo que no se puede decir, de lo que no se
jode, de lo que no se puede nombrar. Pero si en definitiva decir vida, es
también decir muerte, ¡no están disociados!, basta de reproducir mentiras cristianas,
¡temerosos y cobardes!. ¿Se va seguir insistiendo que el que nombra la muerte y
al sexo es un misántropo?
Y Nómades
sigue y enfrenta. Lo acusan a Bengala de desubicado, ¿un grosero o un
trasgresor?, buscan callar al loquito enajenado de su razón, al profeta
disparatado que predica mentiras porque no puede con su vida, alienado y encima
falopero, que escribe de noche después de tomar su pócima al mejor estilo
Mister Hyde. Bueno hubiera sido matarlo con la indiferencia, desacreditarlo por
resentido, que sus propios artículos lo envenenaran con su propio ofidio, ja
ja! ¿pero por qué entonces estos escritos incomodan tanto? ¿Porque atentan
contra las buenas costumbres? No, claro que no, no es tan fácil. Más bien,
salen a la superficie y dicen lo que no se quiere escuchar. Por este motivo sus
columnas tienen alto valor literario, derriban los principios rígidos,
inamovibles de aquellos mandamientos que organizan la sociedad. Se mueve una
vez más la oxidada bisagra del desconocimiento, y el tabú de Levi Strauss se
sacude ante el ejercicio de poner a prueba una vez más a la intocable verdad cultural.
Y es la
vorágine de los hechos la que me obliga a realzar el poder de la literatura
para incomodar a la cultura y hacernos reflexionar. Afilando el discurso Nómade
y sacándolo del mero lugar de entretenimiento y del mundo de lo correcto. Ahora
sí, la palabra es también una herramienta incorrecta que desordena nuestra
frígida moral. Ahí reside la capacidad de rebelarse y a enfrentar a los que
dicen que hay aquello de lo que no se puede hablar, o de lo que se puede hablar
y solo a partir de ideologías esenciales donde los ortodoxos cotidianos y los
fascistas de la rutina se sienten cómodos y censuran al inmoral.
Y el ciclo de
Nómades ofrece vida-muerte-vida, en una dialéctica que destapa la cacerola
cuando el agua hierve, con esa misma fuerza que le dio la presión del vapor a
la revolución industrial, aprovechando esa misma agua para cocinar y hacernos
una buena pasta a la boloñesa que sacie nuestra “Larica”. Comiendo y llenando
el vacío de una necesidad básica. Y con la panza llena, cuando el pan absorba
la salsa, celebraré una vez más la libertad de expresión, con esa transpiración
del saciado, sintiendo el tufo indeseado del espíritu de la discutida Ley de
medios, aquello que queda, aquel malgusto de un cuerpo etéreo.
Y con todo
esto ¿nos olvidamos del tema que nos convoca: la situación de calle?
No, todo lo
contrario. Son las denuncias de Nómades que develan el malestar interno que sufren los trabajadores
del municipio que, en lugar de destinar sus energías a ayudar a la gente que
vive en situación de calle, buscan soluciones para subsistir en un mar de
desdichas. Entre las aguas de SUTEGBA (sindicato entregador de compañeros)
gremio transero que tantos arreglos tiene hoy con la gestión PRO que
difícilmente puedan diferenciarse. En realidad, si bien todos se
encuentran vestidos de amarillo, Nómades sabe que unos son el grupo de choque
del otro, pero esa es otra historia, los que agremiados y olvidados están de
saber lo que es luchar como un trabajador. Y en simultáneo la situación de
calle se reproduce exponencialmente, ha llegado para quedarse y lejos está de
solucionarse con una gestión que se caracteriza por perseguir a los
trabajadores que buscan cambiar la injusticia de una administración partidaria que solo busca sostener políticas meramente asistencialistas, una primer capa de pintura a una
pared que se cae junto a su humedad.
Ruf.
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