lunes, 1 de octubre de 2012

1- Soy de planta o ¿soy una planta?

Dinámica donde el síndrome de Burnout metamorfosea al profesional idealista en un Teletubi municipal

En este artículo realizaremos un aporte al estudio del síndrome del quemado, problemática analizada bajo la observación participante dentro del Ministerio de Desarrollo Social de la Ciudad de Buenos Aires, complementando el estudio mediante una entrevista radial a una de las profesionales que se desempeña como supervisora del programa BAP, caso extendible a muchos otros/as empleado/as que se encuentran sufriendo este padecimiento no conciente.
Esclareceremos un tipo particular de síndrome de Burnout, tal vez el menos conocido, el que se produce en los profesionales a los cuales el estrés se les instala en la mente. Lo interesante es que a la vez que el síndrome se adueña de la voluntad del trabajador, no se le produce una disminución de sus capacidades motoras e intelectuales, tampoco un surmenage o colapso típico como en actividades extremas en intensidad tales como por ejemplo la de un operador telefónico de un Call Center, o la presión a la cual son sometidos los deportistas profesionales o vendedores de grandes compañías, o todo trabajo donde la exigencia paraliza el normal desenvolvimiento de sus tareas y bloquea en su totalidad las facultades psíquicas de la persona produciendo ansiedad y el estrés.
Nos parece interesante estudiar esta enfermedad social frecuentemente encontrada en profesionales municipales, como por ejemplo en los trabajadores de la salud: médicos, trabajadores sociales, psicólogos, siendo el síndrome del trabajador quemado uno de los motivos por el cual el área de Desarrollo Social y Salud responden débilmente a la problemática social compleja en cuestión: la situación de calle.
La propuesta de esta columna es analizar una posible causa del por qué los trabajadores profesionales en el área de Desarrollo Social (trabajadores sociales, psicólogos que invierten mucha cantidad de tiempo y esfuerzo, aproximadamente cinco años, en formarse y capacitarse en la especialidad) en poco más de un año de trabajo efectivo, se desgastan (queman) a tal punto que ya no es recomendable (ni para ellos ni para la institución) que realicen la tarea.
Lo perverso de este Síndrome es que se instala en los profesionales que alguna vez sintieron la necesidad de estudiar e invertir mucha energía para realizar un aporte humano a las poblaciones vulneradas en derechos, con la intención de revertir la injusticia y brindar asistencia a las personas necesitadas. Muchos de estos profesionales formados en la Universidad Pública consideran el trabajo dentro del Estado con una concepción superadora en la realización de su profesión en cuanto a la idealización positiva de “la cosa pública”. Poco tiempo después, luego de una primera experiencia en su actividad, metabolizan sus convicciones ideológicas y su espíritu de rebelde profesional para acomodarse en el aparato burocrático municipal. Tan interesante como patético es observar a estos muertos vivos con matrícula, con credenciales que los acreditan para intervenir a las personas como trabajadores profesionales de la salud, siendo su principal tarea justificar discursivamente su trabajo paseándose por los pasillos del Ministerio. El resultado es: profesionales desgastados que han perdido el encanto por la tarea de asistir personas, agotamiento, queja continua buscando en el afuera la esencia de un problema de procesamiento interno, luego la decepción y finalmente la infelicidad.
El síndrome del profesional desencantado se produce cuando se evidencia el desequilibrio producido entre las pretenciosas expectativas de aquel estudiante comprometido con cambiar la sociedad y la dura realidad que otorga un acotado margen de maniobra y poca posibilidad para asistir a la necesidad de las personas mediante el accionar de dispositivos que en su dinámica asistencialista solo buscan cumplir con objetivos gestión municipal. Y este límite de intervención imposibilita la realización profesional dentro del municipio, trayendo aparejado el agotamiento de no obtener los resultados deseados, sentimiento recrudecido cuando el factor económico se suma como variable. El sueldo municipal de los profesionales se encuentra subvaluado comparándolo con la misma actividad disciplinar debajo el régimen del sector privado. Es el mismo sistema que forma a los profesionales bajo una concepción positiva de “lo estatal”, el que presiona en la ambición capitalista de acumulación monetaria, dentro del marco de una competitiva sociedad de consumo, sumándole la imprevisibilidad laboral y falta de certezas en la vida en general, motivo por cual el profesional lucha por acomodarse en lo seguro de la estabilidad laboral que ofrece el Estado, la planta permanente como empleado municipal. Y si bien el sueldo por su actividad se encuentra por debajo del promedio del mercado privado, lo acepta priorizando la seguridad en cuanto a la protección en lo laboral no encontrada en el sector privado. Y una vez lograda la contratación como profesional de planta permanente en el municipio, el ahora empleado burocrático, debe dejar de lado sus sueños de desenvolvimiento profesional por un sueldo seguro, y la intención de cambiar el funcionamiento del sistema que tanto criticó en su juventud, es reemplazada por la chata y rutinaria vida municipal. La ecuación esfuerzo-recompensa se resuelve bajo la mirada de un sistema viciado. Y a la par que baja el deseo, merman las pretensiones del profesional ministerial.
El resultado se vislumbra en la conducta del profesional: en la primera etapa su decepción se traduce en insatisfacción e irascibilidad, impaciencia, irritabilidad dentro del grupo de trabajo y luego con la población asistida. Con el tiempo, el cansancio y el agotamiento en la práctica diaria llevan a la depresión. En una segunda etapa el profesional municipal responde al modelo: “demografía-personalidad-desilusión” propuesto por el Dr. Sahili (2010), donde la desilusión creciente que se produce en el ejercicio de la profesión ejercida, da como resultado falta de compromiso, denotando poca satisfacción laboral y pérdida vocacional. En este contexto, el estrés crónico no sería una variable explicativa significativa per se del Burnout, sino que es necesario combinarlo con el desencanto del profesional resignado que sufre cada vez que cede a sus ideales y ética profesional en la realización de las viciadas y rutinarias tareas municipales. 
Nómades ha registrado un severo y evidente caso de síndrome de Burnout en la entrevista a una Licenciada en Psicología supervisora del programa BAP Zonal (programa recientemente cerrado por la dirección ministerial) miembro de la planta permanente del Ministerio de Desarrollo Social de la Ciudad de Buenos Aires. Surge una pregunta: ¿Es el estrés de la dura y sensible tarea de asistir a las personas en situación de calle el que produce el síndrome del quemado?, la respuesta es un rotundo “No”. El síndrome se explica por la falta de motivación y pérdida de sentido que la profesional encuentra a la disciplina a la cual dedicó todo su esfuerzo, en cuanto a formación y práctica. Se produce un vacío existencialista porque el ser humano puede soportar estrés sin quemarse mientas no se extinga el sentido de la vida. Es aquí donde se descarta la explicación falaz que indica que el estrés que padecen los profesionales de la salud se produce por el contacto prolongado con situación dolientes, con la miseria extrema, con las personas que sufren y transmiten el padecimiento al profesional, que si bien en un primer momento había construido una coraza anti-estrés, luego la tensión termina por absorberlo, permeándose sus anticuerpos, desgastándose su fortaleza. Dicho de otra manera, si el profesional, aunque tenga contacto extremo con el dolor del asistido, sigue ilusionado con su perspectiva de aporte y resolución, el estrés puede desgastar pero no producir el síndrome Burnout. El profesional quemado aparece cuando el alma se erosiona, la voluntad de resistir se apaga, cuando el trabajador especializado descubre la brecha entre sus expectativas y la realidad, el síndrome Burnout nace a la par de la resignación.
Y es en un segundo momento donde el profesional experimenta una gradual desilusión sobre su entorno, lo cual le genera una pérdida del interés vocacional y una disminución de la energía dedicada al trabajo. Sentimiento de impotencia donde el mínimo trabajo no tiene fin, y lo que anteriormente era motivo de alegría ahora es aburrimiento, se pierde la capacidad de disfrutar en el ámbito laboral, y es esta constante insatisfacción la que deviene en una lenta depresión que se instala en el cuerpo somatizado mediante insomnio, dolores de cabeza, mareos, dolores musculares, trastornos digestivos; y en el carácter: agotamiento del trabajo en equipo donde el profesional vivencia la sensación de que ya no se es capaz de trasmitir a nivel emocional, suspicacia que se manifiesta constantemente con las cínicos y escépticos discursos e irónicas exclusas. Aparece el sentimiento de ineficacia, incompetencia y sensación de imposibilidad de llevar a cabo debidamente las tareas.
El burnout es el resultado transicional de un sutil mecanismo de adaptación que produce el individuo profesional cuando se acomoda a las necesidades institucionales. Es un padecimiento que abunda en los profesionales del Ministerio de Desarrollo Social de GCBA, que se traduce en desidia y negligencia. Nómades, mediante la entrevista a la profesional del Ministerio de Desarrollo Social, comprobó el ya visualizado círculo vicioso entre discurso y práctica, observando y contrastando la cotidianeidad que la totalidad de estos profesionales quemados reproducen cuando actúan en su rutina y permanentemente se excusan con justificaciones para no ser evidenciados de no cumplir con su trabajo y ética profesional. Víctimas inadvertidas que no han sabido adaptar sus expectativas iniciales a la burocracia municipal. Hoy, muy útiles al sistema que alguna vez atacaron discursivamente en sus épocas de romanticismo universitario, por encontrarse al servicio de la perversa dinámica reproductiva, contributivos y participes, se transformaron en uno de los tantos eslabones oxidados del denunciado (por Nómades) negocio de la pobreza.


Ruf.


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