“En
la cultura clásica (y la moderna), la seriedad es oficial y autoritaria y se
asocia a la violencia, a las prohibiciones y a las restricciones. Esta seriedad
infunde el miedo y la intimidación (…) La risa por el contrario, implica la
superación del miedo. No impone ninguna prohibición. El lenguaje de la risa no
es nunca empleado por la violencia ni la autoridad, es siempre del pueblo”
Mijail Bajtin
En un
articulo anterior se hizo mención a un conjunto de ideas acerca del imaginario
popular de las personas sin techo expresadas por Fabio Manupella en una rica y
extensa entrevista concedida a “Nómades”.
Aquí se
retomará el hilo conceptual de ese imaginario social a partir de dos ideas que
quedaron flotando en la entrevista y que pueden resultar interesantes a la luz
de una sociología de la cultura popular.
Los enunciados son los siguientes:
“Nadie se acuerda de los vivos”
“Yo creo que siempre estamos disfrazados”
¿A quien esta dirigida la primer
frase?
En
principio la frase estaría dirigida a lo que él entiende por grupos hostiles a
los indigentes: estado, gobierno, empresarios etc. También estaría dirigida a
personas u otros grupos que no entienden la problemática de los sin techo. De
aquí en adelante, sociedad cómplice.
“Somos chivos
expiatorios”(....)“Por ejemplo Macri, nos mandaba patotas a cagarnos a palos”
(…) “En mi país hay mucha discriminación” (...) “Para que me vaya de las
veredas me tiraban agua de los edificios” (…) “Nadie se preocupa por como uno
llegó ahí” (…) “A nadie les conviene
ayudarnos; tampoco les interesa” (…) “La pobreza es un negocio” (...) En este
país se acuerdan de los muertos, quien se acuerda de los vivos”.
“Ellos”
se acuerdan de los “muertos”, “¿pero “quién” se acuerda de los que quedamos
vivos?” dice. Es interesante como Manu re-interpreta categorías simbólicas como
la “memoria” u el “olvido”, situando afirmativamente el “recordar” del lado de
la vida, invirtiendo quizás cierta “Historia” o “Memoria oficial” de lo que se
debe recordar.
¿A quien le interesa que la gente se acuerda de los
muertos y no de los vivos?
Una
respuesta institucional a este interrogante recae decididamente en el Estado. El
Estado-Nación a diferencia de las personas comunes elije intencionalmente qué recordar
y qué olvidar. Tiene concretos y reales motivos para ello.
Este
se debe a muchas razones. La mas importante, y es la que se utilizará aquí, es
que necesita “legitimarse” como tal. Esto lo puede hacer mas que ningún otro
actor social porque él mismo, monopoliza herramientas de enorme poder
simbólico. Por ejemplo, es el caso de la escuela pública a través de la cual se
difunde una “lengua oficial”.
Aquí
los sectores dirigentes de la sociedad cumplen un rol ideológico fundamental
sobre el aplanamiento cultural y político de aquellos que son diferentes,
manteniéndolos subordinados o relegados socialmente. Categorías culturales como
“Pueblo”, “Ciudadanía” o “Nación”, surgen de esta disputa entre dominantes y
dominados. Lo que se conoce como “Historia oficial” no es más que el relato
legitimado de un Estado.
Queda
claro que esta
historia es decididamente negativa, en tanto sirve para ocultar el pasado y
negar incluso el presente, posibilitando la repetición cultural y política de
un determinado orden social.
Sin
embargo hay otra, historia, y es la que se escribe desde abajo. Escrita por
aquellos que padecen las políticas públicas, la violencia de una parte
importante de la sociedad que es cómplice con el genocidio de la pobreza y por
si esto fuera poco, sufre el olvido intencional de la historia con mayúsculas.
Ellos viven en los suburbios de la memoria popular.
Manu se
siente cómodo enunciando desde ese lugar. Lo novedoso aquí es que el pasado se
convierte en principio de acción para el presente, en una estrategia en contra
de la maligna repetición. Y, eso es porque en esta memoria el recuerdo solo
vale en cuanto denuncia. Y es, por ende, profundamente útil para el presente.
Esta memoria parece remitir siempre a la justicia.
Lo
dicho anteriormente quizás sirva para entender un poco, porque Manu habla desde
el lugar subordinado de la memoria, y porque le interesa recuperar la historia
no oficial de los de abajo, que también es la suya.
Tal ves
lo dicho hasta aquí, ofrezca algunos indicios de por qué también crea que lo
conveniente es “disfrazarse” para poder salir de allí. Él eligió disfrazarse de
duende porque le “importaba mucho volver a entrar al sistema”.
Que sea Manu el que lo
explique: “Para entrar un poquito mejor me disfrazo de duende” (...)
“sin el disfraz me cuesta volver al sistema” (…) “el duende hace aparecer lo
precioso y hermoso”.
Quizás así, logre pasar desapercibido e ir mas allá.
Payaso Pirinola