Externalizar
la razón para darle un sentido constitutivo: “mis hijos son mi pastilla”. La
excusa necesaria, por no poder sentir el derecho, no sentir lo propio, el amor
propio: cual si no estuviera permitido sentir “lo hago por mí”. La
representación, sesgada en un otro. Un otro simbólico que puja y empuja, que
nos define en un deber, un motivo, una razón, motor del incentivo que se desea
encontrar, en principio, afuera de un@ mism@.
Y
quizás de eso se trate: convertir al otro en un medio, permite arribar a
nuestro fin. Bienvenidas sean las excusas cual motor que empuja.
Habrá,
entonces, que reconstruir la identidad devastada, determinada por la impronta
de quien nos quiso, estructuralmente, forjar; delimitando hasta a quién debemos
moralmente querer, y así, asigna peso a nuestra conciencia. Porque salir de la
raya, implica también, el costo de quedar afuera: perder las barreras que nos
limitaban, también las que nos contenían.
Aquí
es donde la excusa se vuelve válida, herramienta, instrumento; cuando la
realidad hostiga hasta asfixiar.
Si
la excusa se vuelve razón, y esa razón propone un camino, una alternativa;
entonces lo que importa, simplemente, son ganas de andar.
Sofía Felicetti
No hay comentarios:
Publicar un comentario