Gente en situación de calle en la Ciudad de Buenos Aires. Estudio
sociológico (2012)
La investigación Nómades en el contexto histórico
Las
políticas neoliberales de la década del noventa trajeron como consecuencia un cambio
estructural en el mercado laboral. La apertura de las importaciones y la aplicación
del Plan de Convertibilidad elevaron los costos de producción presionando a una
débil industria nacional que, a medida que se implantaban estas políticas
económicas, perdía competitividad en el mercado internacional. El cierre de fábricas
y la baja de la actividad comercial trajo aparejado el alza de la desocupación
que se acentuaba al avanzar la década, acariciando el techo del 20% a finales
del año 2001, momento en el que se produjo una brutal crisis
económico-político-social en el país. Es en ese entonces cuando se evidencia un
proceso de marginación laboral, después de diez años de paulatino ocultamiento,
comienza a visibilizarse la condensación de una nueva masa de desocupados que lucha
por reingresar al mercado de trabajo formal. En paralelo, se van sumando las
nuevas generaciones que se encontraban laboralmente disponibles para un
reducido mercado de leve crecimiento económico. Es esta población relegada,
residuo del mercado formal de trabajo, la que se incorpora a otro mercado: el negocio
de la miseria. Nace una nueva pobreza estructural que se acentúa a medida que
avanza la primera década del tercer milenio. Proceso que se solidifica analíticamente
en el año 2012, radiografía de la investigación Nómades.
Acercamiento a la problemática.
Pobreza estructural.
Actualmente
nos encontramos en la segunda etapa de trabajo territorial realizando
entrevistas a personas que transitan la calle como medio de subsistencia. Cabe resaltar
la significación social que emerge en los diferentes relatos y el interés que despierta
la multiplicidad de personalidades que se expresan en cada uno de los
encuentros Nómades. Pero estas individualidades aisladas del contexto histórico
oscurecen la comprensión sociológica acerca de la compleja problemática. Nuestro
análisis sistematizará conceptualmente el libre albedrío de las conciencias discursivas,
superando así, argumentaciones voluntaristas con determinantes de índole
psicológico. Un estudio inductivista de tales características, nos invitaría a
pensar en las causas más profundas de ciertas tendencias pulsionares o a
reflexionar terapéuticamente sobre la especificidad de la historia del entrevistado,
aunque no daría cuenta del estudio de la nueva dinámica de estructuración que
funciona como red aglutinadora de cuerpos.
En
este estudio se dejará de lado el rescate de la figura del croto por encontrarnos
frente a una visión romántica del asunto. Construcción literaria ingenua en donde
el linyera, en un acto de rebelión contra el sistema, elije su destino y se
convierte en un bohemio que marca su rumbo de acuerdo al llamado de su
libertad. Es así como el crotismo muere como una pequeña y simpática expresión
de época. Sin un movimiento que los represente, desaparece en huellas dispersas
de algún azaroso camino. Como perspectiva sociológica, nos respaldamos en una
hermenéutica analítica que nos permita interpretar los múltiples discursos que dan
sentido y construyen la cruda realidad. Ya no detenidos en un pasado atemporal
y tampoco en excepciones que terminan confirmando la regla, nos situaremos en
nuestro complejo presente para entender que las vivencias de estos parias
urbanos no se justifican desde “lo que quiero” sino más bien a partir de “lo
que puedo”. Nos encontramos ante una gran multitud acéfala de itinerantes
citadinos.
Para esclarecer la dinámica involuntaria de las personas en situación de calle
(PSC), construimos dos grupos de tipos ideales: las viejas generaciones de
desocupados formados en la década del setenta u ochenta poseedoras de una
cultura del trabajo; y la nueva generación de desocupados que formada en la
década del noventa, es poseedora de una débil cultura del trabajo. Jóvenes con
un imaginario laboral fragmentado producto de haber crecido en un contexto con
altos índices de desocupación y en donde las leyes de flexibilidad laboral precarizaron
las condiciones generales de empleo. Más allá de su capacidad o instrucción
para desenvolverse en el mercado laboral, ambos grupos resultaron presos de las
condiciones objetivas de un sistema que los empujó hacia un circuito marginal: nace
la necesidad de subsistir en un mercado periférico que los asedia en un
callejón sin salida.
Los
datos oficiales del último censo municipal (noviembre 2011) indican que la
población (entre niños y adultos) que se encuentra en situación de calle ronda
las 1500 personas, sin contar los alojados que utilizan los servicios de hogares,
paradores etc., o los beneficiarios del subsidio habitacional. Por otro lado, organizaciones
de Derechos Humanos, partidos políticos opositores, fundaciones y ONG’s que
trabajan en la problemática denuncian que el número de personas que pernoctan en
las calles de la Ciudad
de Buenos Aires asciende de 7000
a 15000, concentrándose el mayor porcentaje de población
en la Comuna 1
(de Retiro hasta Constitución y de Paseo Colón hasta la Avenida Entre Ríos). Zona de oficinas
y negocios donde se descarta gran cantidad de material reciclable Ej.:
cartones, botellas, etc.; además que en el lugar se observa el andar de millares
de transeúntes que a su paso ofrecen limosna; también se registra en estos
barrios la mayor cantidad de servicios institucionales Ej.: comedores, duchas,
etc. Nace una estrategia espontánea de supervivencia, la de combinar rápidamente
los recursos a disposición en el circuito de la basura negociable: recolección
de material y venta en chatarreros. Por otro lado, el pedir comida, el “pungueo”,
el cuidar coches o limpiar parabrisas en esta zona de alta concentración
poblacional, también se convierten en rebusques efectivos. Estos son algunos de
los motivos por los cuales es frecuente observar el asentamiento de algún
“rancho” en estos perímetros. Y si se tiene en cuenta el elevado precio de los
alquileres de los hoteles y la discriminación que sufren las PSC en el acceso a
los mismos, se comprende el por qué se construyen sistemas de vivienda precaria
en lugares abiertos. Cabe resaltar que a las cifras señaladas se le puede sumar
otra considerable cantidad de personas que padecen la orden del juzgado sobre
un desalojo inminente. Por último, gran parte de las PSC que utilizan el
servicio de refugio municipal (paradores), no logran solucionar su necesidad
habitacional ya que se observa una continua alternación entre la calle y los
diferentes dispositivos y/o alquileres precarios sostenidos con subsidios
municipales a corto plazo (de 6
a 10 meses). En resumen, los altos índices estadísticos de
PSC son una evidencia cuantitativa del proceso de pauperización que transforma
esta indigencia en una pobreza con carácter estructural.
Mercado de la pobreza
Nos
encontramos ante una problemática compleja, difícilmente solucionable con el escaso
y deficiente accionar del Estado. Desde la asistencia inmediata se propone paradores
y subsidios como primera opción de “salida” para las PSC. Una contención que
con el tiempo cerca a la persona en algún dispositivo de recepción, y sin tener
la posibilidad de egreso institucional (una
revinculación social efectiva), es inminente el retorno a la calle o la
resignación de estadía en los diferentes dispositivos. Se produce un efecto
colateral: nace un círculo vicioso (calle-dispositivo-calle). Y el sistema funciona
acumulando personas y se reproduce en el tiempo. Se retroalimenta a base de la
producción de sujetos pobres que se enumeran (a través del informe social) como
mercancía en stock de depósitos abandonados. Y retornan a la calle sumándoseles
a los nuevos marginados que caen en desgracia. Personas necesitadas
deviniéndose en “crónicos”, magnifican la cantidad de PSC que engrosan el
circuito asistencial. Todos contemplados dentro de un sistema que produce el
efecto estancamiento. La población asistida se convierte en dependiente de la
oferta de servicios institucionales. No hay dispositivos que efectivicen una reinserción
del individuo a la sociedad. Y en la planificación ministerial de los programas
sociales se especula con el nulo poder de reclamo que presenta la población
asistida, se diseñan políticas destinadas a contener marionetas acríticas. Se
alimenta la caldera del negocio de la pobreza con carbón humano. Se apuesta a
la disposición de cuerpos despojados de autonomía. La producción de marginales crónicos
se fotografía en un sistema de conveniencia que acomoda al necesitado en el
mercado de la pobreza. Y el proceso se transforma en estructural cuando el
sistema legitimado continúa creando nuevos pobres para luego contenerlos. Funciona
con éxito el círculo vicioso como movimiento esperado del desamparado. Se
promueve la ampliación de itinerarios donde los beneficiarios aprenden algún circuito
posible de subsistencia: comedores, paradores, hogares, etc., combinando
dispositivos municipales, de ONG’s o iglesias. Comienza a naturalizarse prácticas
dependientes que se fijan como única alternativa a la situación de calle. Y es
con la actitud pasiva de los distintos dispositivos como se refuerzan los hábitos
de subsistencia inmediata. Con el tiempo, estas rutinas de desenvolvimiento conviven
con el “rebusque” rápido, estimulan a favorecer itinerantes subsumidos en la
cultura del mendicante. Indirectamente se legitima el “pedir” como costumbre
identitaria del pordiosero. Se contempla desde los distintos dispositivos, sin
contrapropuesta, al limosnero que aprovecha la niñez, la vejez o la invalidez para
garantizarse la dádiva voluntaria de algún transeúnte. Desde los dispositivos no
se cuenta con los recursos necesarios efectivos para contrarrestar el hábito
del mendicante: bolsa de trabajo, plan de vivienda, coordinación con los
sistemas de educación y salud formal, plan específico de documentación rápida para
los NN de las PSC. Se construye una leonera institucional que ofrece un
señuelo: la entrada al circo del asistencialismo, allí donde se podrá disfrutar
de la farsa para luego padecer la tragedia.
Y
en esta alternancia entre la calle y la estadía en los distintos dispositivos se
conforman las “ranchadas” (Agrupamiento espontáneo de personas que habitan la
calle en donde comparten una economía humana que se apoya en el grupo de
convivientes para facilitar la subsistencia del individuo marginado, también
llamadas “nuevas familias o familia de la calle”) en un medio definido,
delimitándose en plazas, calles, estaciones, bajo puente, coches abandonados, etc.
Aquí se reconocen hábitos de subsistencia que se generan en una cultura de la
supervivencia del día a día, en la lucha contra lo imprevisible. Y es esta
ocupación espontanea del espacio público, la que con el tiempo se transforma en
una estrategia efectiva con la que las PSC logran presionar al municipio para
ser acreedoras de programas o subsidios institucionales. Salir de la
invisibilidad para hacerse presente a los ojos de la ley y exigir resarcimiento
o ayuda a un Estado negligente. Y lo que en un primer momento era forzado por
la situación de despojo, luego se incorpora al hábito de alternancia entre el
lugar de origen y la ranchada. Se reconoce algún grado de conciencia estratégica:
visibilizarse para generar efecto en la agitada rutina de la clase media. Y el
acampe en lugares públicos trasparenta una cantidad de prácticas que en la
mayoría de la población pertenecen al mundo de lo privado, alejadas de la
opinión de terceros. Hábitos que se mantienen ocultos. Pero ahora, la
exposición de prácticas (maltrato, violencia, asesinato, robo, peleas,
adulterio, abuso, corrupción de menores, violencia de género, alcoholismo,
drogadicción, convivencia con la locura, violación a los derechos del niño,
etc.) de un grupo marginal adquiere carácter público. Se altera la sensibilidad
moral del común de la sociedad. Se desestabiliza el orden primigenio en el
debate colectivo. Se discute con incomodidad a cada minuto: en la hora del
almuerzo, en los pasillos de la oficina, en cada esquina sobre los tabúes de
nuestra cultura, aquello a lo que no se pueden nombrar (la muerte, el incesto,
el canibalismo). Se recuerdan las pulsiones de muerte reprimidas, aquellas que
permiten organizar la sociedad a través de su olvido. Se amenaza los cimientos ocultos
de la moral compartida. La conciencia colectiva percibe la destrucción de la
norma fundacional. Se transgrede el pacto moral que permite la convivencia. Y
desde un vouyerismo accidental se condena la violación de la norma-moral
establecida. La opinión pública comienza a exigir a la clase dirigente y a los
magistrados que accionen justicia sobre la ilegalidad exhibida para
reestablecer el orden moral. Se reclama interceder sobre el escándalo en el que
se involucran los marginales que subsisten en ranchadas, ahora sí, objeto de
intervención pública por su calidad contravencional.
Y
es mediante la represión al exhibicionismo o la persuasión de voluntades
“anormales” como el aparato Estatal busca reparar la falta de ley y reestablecer
a niveles aceptables las “buenas” costumbres. Desde la represión cabe destacar el
papel que cumplen las fuerzas policiales, la guardia jurídica, los grupos de
limpieza del Área de Espacio Público, la UCEP como grupo de intimidación parapolicial,
etc., todo un andamiaje represivo que habilita innumerables negocios en el
mercado de la pobreza: el negocio de la seguridad. Y desde el convencimiento
cabe rescatar la tarea de reconvención de voluntades que produce el trabajo de los
operadores sociales: trabajadores sociales y psicólogos sociales, predicadores
religiosos, sociólogos, antropólogos y psicólogos. Un meticuloso articulado
disciplinar al servicio del control de actitudes. Dos caras de la misma moneda donde
se acciona para reestablecer el orden del mundo privado. Invisibilizar actos
impúdicos para tranquilizar la perturbada conciencia pública y así poder
olvidar colectivamente los tabúes develados para que, en última instancia,
vuelvan al mundo de la propiedad privada. Se reprime una grupalidad pulsionar, aquella
que ahora es objeto de opinión. Cuerpos nombrados, catalogados, “desviados” donde
convive la doble intervención: la fuerza pública rotula al sujeto como
peligroso y acciona para que se produzca la invisibilización forzosa. Y en el
etiquetamiento de las ciencias sociales, se victimiza a los intervenidos para transformarlos
en sujetos necesitados de políticas públicas y así lograr la añorada invisibilización
consentida. Todo un aparato burocrático operando por restituir el orden moral.
Y con estos mecanismos domesticadores nace la necesidad de un aprovisionamiento
mercantil que posibilita la aparición de un ejército de proveedores que
abastezcan, tanto el negocio de la seguridad (Ej.: vigilantes privados,
cámaras, rejas, seguros, etc.) como el negocio de la miseria (Ej.: hogares,
comedores, vales de alimentos, duchas, paradores, etc.).
Y
como cada dispositivo debe justificar su intervención de acuerdo con los
requerimientos del paradigma moral imperante, nace la necesidad epistemológica
de producir un saber legitimador: respaldar el accionar interventivo lavando las
culpas de aquella opinión pública que reclamaba reestablecer el orden. Una metafísica
humanista que busca salir del reduccionismo que rotula los cuerpos de acuerdo a
su peligrosidad. Nace la necesidad social de etiquetar de acuerdo a los debates
éticos de la época, y así promocionar con éxito el dominio institucional. Y se reclama
a la praxis filosófica que se incorpore al negocio biopolítico. Un gris
conceptual donde se disputa la mejor manera de modificar hábitos antropológicos,
pero ahora con el humanismo necesario que las ciencias sociales exige hacia el
respeto por las diferentes costumbres. Nace el espacio para que, directa e
indirectamente, un nuevo y gran nicho de interés intelectual entre en el centro
de la escena: nace el mercado simbólico de la pobreza.
Estamos
frente a dos enfoques antropofágicos que se yuxtaponen: por un lado, la
transformación (represión/persuasión) del sujeto que desorganiza los
imaginarios colectivos. Se busca estabilizar lo imprevisible y el caos, la
desestructuración social visible que incomoda los tabúes que cimientan nuestros
preceptos morales. Surge la posibilidad de construir una estrategia de
aprovechamiento. Nace la red burocrática: actores beneficiados política y económicamente,
empoderados con facultades de gestionar programas sociales conduciendo un
clientelismo conveniente capaz de capitalizar los negocios a disposición. Todo
un equipo de directivos institucionales que sacan provecho a los hábitos
contravencionales, gerenciando las condiciones legales para que la pobreza se estructure
en una dinámica mercantil. Por el otro, se detecta una antropofagia sutil, donde
el accionar intelectual justifica el beneficio que adquieren los asistidos, una
violencia simbólica que atraviesa el sistema de subsistencia a partir de la red
de contención que produce el mercado de la pobreza.
Y
es el mercado de la pobreza el espacio social que brinda las bases para que se
estructure un andamiaje simbólico y mercantil. Es específicamente significativo
este cruce de biopolítica en una gran urbe zoológica, donde la ley natural de
supervivencia se subsume a la imposición política. Poder circulante que ejerce
su dominación a través de una inmovilizante red de dispositivos revestidos de
humanismo. Desechamos cualquier argumentación que considere la dominación
social debido a la supremacía y posicionamiento del más apto en el mercado. Se
discutirá contra cualquier fundamentación basada en el Darwinismo social. La sociedad
de clases tiene múltiples mecanismos para encubrir su dominación y proponer el
libre ascenso social como camino ficticio para la disputa hegemónica. Y se
despierta en la investigación Nómades una motivación especial: nuestro deseo de
criticar la dinámica naturalizante del orden establecido, la injusticia que
genera el aplacamiento de la posibilidad de cambio y la resignación de nuevas búsquedas
de alternativas. Es en este contexto en donde se denuncia la internalizada
microfísica de poder que fomenta la recepción pasiva de los derechos vulnerados
del ciudadano marginado. Ahora sí, develaremos ciertos mecanismos y múltiples
prácticas que se desarrollan en un proceso que continúa reproduciendo nuestro aceptado
y perverso mundo de la vida. Nos centraremos en dos esferas diferenciadas:
tanto en la producción de las prácticas cotidiana de los actores que viven en
las ranchadas, en esa frontera tribal de las micro acciones, para luego y en
segundo lugar, analizar su circulación en los distintos dispositivos
aglutinadores de personas; y finalmente estudiar el enlace con la alta esfera, la
dimensión del accionar de lo macro Estatal y el acompañamiento de instituciones
sociales, medianos sistemas de asistencia civil. Buscaremos traslucir los sistemas
subsidiarios que rondan alrededor de los programas públicos, grandes
presupuestos donde acciona el poder municipal en cuanto a programación burocrática
de políticas públicas en materia social. Siendo estas dos dimensiones y su
articulación objeto de estudio de la investigación Nómades.
Es
entonces este marginal mercado de la pobreza el que emparcha la expulsión del
mercado formal. Nacen nuevas actividades que giran entorno a la miseria: se
expanden los chatarreros, changarines, punteros; también se multiplican los hogares,
iglesias, comedores, etc., toda una infraestructura edilicia y humana que contiene
la circulación de cuerpos marcados. Fundamentalmente, desde los requerimientos
de los programas municipales se construye la figura del beneficiario con sus exigencias
y características, espacio simbólico de disputa, entre una oferta y demanda de
negocios que flotan sobre la necesidad de los marginados. Se afianza un mercado
de la pobreza, sistema satélite que se incorpora gradual y directamente, mediante
particulares mecanismos, a la macro economía y política social. Cuantiosos
presupuestos ministeriales (El presupuesto del Ministerio de Desarrollo Social
del GCBA para el año 2013 asciende a $2197 millones de pesos, un 31% más que en
el año 2012) asegurados por la mediatización amarillista, seguido de la
incorporación de la problemática en la agenda política.
Proyecto de investigación
El
equipo de investigación Nómades registrará, mediante una muestra cualitativa,
las experiencias de los distintos actores sociales que intervienen en este nuevo
escenario. Analizará los discursos de las instituciones que trabajan para
solucionar la problemática habitacional y, por sobre todo, la voz de la
población que hoy en día sobrevive en situación de calle. Seguiremos la
conocida máxima: “Las situaciones que las personas definen como reales tienen
consecuencias reales”, sabiendo que algunos son afectados por los que otros
definen.
Actualmente
realizamos un trabajo de campo en el cual nos valemos de entrevistas abiertas
para captar las diferentes voces de los eclécticos actores sociales. Además completaremos
el estudio con otras metodologías: con la etnofotografía y el material fílmico produciremos
un acercamiento más profundo a la múltiple realidad, desatando algunos nudos en
las intersecciones de un lenguaje polisémico trenzado entre el discurso y la
imagen.
Variadas
temáticas a estudiar son de nuestro interés, tales a saber: el origen religioso
del asistencialismo y su continuidad moral en la asistencia del Estado, el
funcionamiento ineficiente del programa BAP (Buenos Aires Presente) como planeamiento
inclusivo y respuesta reparatoria necesaria a una problemática que se incorpora
en la agenda política. En cuanto al nacimiento y producción del nuevo mercado
de la pobreza, nos centraremos en la circulación de discursos justificativos y
en la reproducción del espacio simbólico por: el arrastre gozoso de prácticas consumistas
internalizadas en la población en situación de calle y en segundo lugar el
financiamiento, la especulación y la publicidad a cerca de la problemática,
construcción de un sujeto beneficiario a través del enfoque pragmático de todas
las instituciones y dispositivos que trabajan en la problemática. Un doble
juego de circulación que nutre y fortalece el mercado satélite de la pobreza.
Entendemos
que las PSC se encuentran muy lejos de estar excluidas del sistema de mercado,
muy por el contrario, se encuentran inmersas desde los márgenes, sirviendo con
sus cuerpos como materia prima a un sistema político-económico-social perverso en
pleno y vital funcionamiento que posibilita y se beneficia estratégicamente con
la producción de sujetos pobres. Por otro lado, se descarta o se quita énfasis
en el poder de resistencia de los hábitos contravencionales por carecer de
fuerza contra hegemónica. No representan una desestabilización real para la
cultura de la clase dominante. Siendo los actos de: sabotaje, bandidaje,
cultura del ocio y reviente, robo, incesto y demás tabúes sociales, los que se
encuentran subyugados debajo de ciertos criterios prefijados en una cultura
hegemónica. Pequeños desvíos que rápidamente se estabilizan o corrigen, se
reafirma, una vez más, el orden imperante. Hábitos de la calle que se unifican
en una ley de reproducción propuesta por la cultura dominante: el consumo compulsivo
de mercancías. El consumismo inconciente es el rasgo en común que actúa como
unificador del marginado, haciendo parte a aquel que en apariencia se encontraba
excluido. Estamos en presencia en una marginalidad del goce. Cuerpos enceguecidos
frente al placebo que ofrece la satisfacción inmediata, un micro capitalismo consumista
y dosificador de resistencia, que experimentan en carne propia, los que también
sufren desde los márgenes del sistema el peso de la desigualdad y el aprovechamiento
económico político y social de su condición. Se estudiará cómo se produce,
circula y se reproduce un nuevo mercado de beneficiarios de acuerdo a la oferta
y demanda que habilita la necesidad de aglutinar personas que, enajenadas de
sus herramientas facultativas, se transforman en dependientes del sistema que los
paraliza como personas. En segundo lugar se hará foco en cómo funciona la especulación
que alimenta al negocio de la miseria y cómo esta dinámica favorece la reproducción
del sistema mercantil, ampliando el marco efectivo donde se espirala
ascendentemente el mercado de la pobreza.
Desde
esta perspectiva surge una hipótesis: las prácticas de los programas de
asistencia Social del Ministerio de Desarrollo Social del GCBA que hoy trabajan
en el tema, lejos de solucionar la problemática de las PSC, ejercen un control
sobre la población asistida, además que favorecen la existencia de presupuestos
para que se atienda a la problemática social, que alimentan una burocracia parasitaria,
luego retroalimentando el círculo vicioso entre el mercado de la pobreza y la
administración político-económica de la indigencia. En segundo lugar, y
sumándosele a la anterior sospecha, se observará en el imaginario de la
población entrevistada cómo impactan las disciplinas del área social que
intervienen sobre los asistidos, que al contrario de promover hábitos
saludables y autónomos en las PSC, generan dependencia y control de conductas
contravencionales, estimulando la sumisión inconciente de aceptación de su
estado de padecimiento, generándose la condición de posibilidad simbólica para
que se reproduzcan las micro-prácticas dinámicas del mercado estructural de la
pobreza.
Para
finalizar, múltiples temáticas se enmarcan en nuestro interés: el paco como elemento
que irrumpe la escena central de la nueva problemática, y como sustancia límite
en la perspectiva de consumo problemático en la reducción de daños, la pérdida
de la cultura del trabajo en las nuevas generaciones que se formaron en la
década de los años noventa y que se incorporan al naciente mercado de la
pobreza, la discriminación que sufren las PSC en el acceso al mercado laboral y
la lejana inclusión al sistema formal de educación y salud, el nulo acceso a la
vivienda, la sobrevivencia por medio de la mendicidad y el cartoneo, la
capitalización gozosa por parte de los actores que se benefician en el placebo del
mercado de la pobreza y la reproducción cómoda de la condición del miserable,
son algunos de los innumerables temas que emergen en cada una de las entrevistas
que nos instruyen en una radiografía de prácticas sociales compartidas que se
articulan en una estructuralidad aplastante que reproduce la propuesta dominadora
del Estado. Ecografía Nómades: Punta del iceberg de una problemática social
compleja que ha llegado para quedarse en nuestra sociedad, sólida y dinámicamente
instalada como marca de nuestra indiferencia cultural.
El Rufián
Bibliografía:
Ø
El conocimiento es colectivo.