sábado, 1 de diciembre de 2012

Nómades: Pobreza del tercer milenio


Gente en situación de calle en la Ciudad de Buenos Aires. Estudio sociológico (2012)

La investigación Nómades en el contexto histórico

            Las políticas neoliberales de la década del noventa trajeron como consecuencia un cambio estructural en el mercado laboral. La apertura de las importaciones y la aplicación del Plan de Convertibilidad elevaron los costos de producción presionando a una débil industria nacional que, a medida que se implantaban estas políticas económicas, perdía competitividad en el mercado internacional. El cierre de fábricas y la baja de la actividad comercial trajo aparejado el alza de la desocupación que se acentuaba al avanzar la década, acariciando el techo del 20% a finales del año 2001, momento en el que se produjo una brutal crisis económico-político-social en el país. Es en ese entonces cuando se evidencia un proceso de marginación laboral, después de diez años de paulatino ocultamiento, comienza a visibilizarse la condensación de una nueva masa de desocupados que lucha por reingresar al mercado de trabajo formal. En paralelo, se van sumando las nuevas generaciones que se encontraban laboralmente disponibles para un reducido mercado de leve crecimiento económico. Es esta población relegada, residuo del mercado formal de trabajo, la que se incorpora a otro mercado: el negocio de la miseria. Nace una nueva pobreza estructural que se acentúa a medida que avanza la primera década del tercer milenio. Proceso que se solidifica analíticamente en el año 2012, radiografía de la investigación Nómades.


Acercamiento a la problemática. Pobreza estructural.

           Actualmente nos encontramos en la segunda etapa de trabajo territorial realizando entrevistas a personas que transitan la calle como medio de subsistencia. Cabe resaltar la significación social que emerge en los diferentes relatos y el interés que despierta la multiplicidad de personalidades que se expresan en cada uno de los encuentros Nómades. Pero estas individualidades aisladas del contexto histórico oscurecen la comprensión sociológica acerca de la compleja problemática. Nuestro análisis sistematizará conceptualmente el libre albedrío de las conciencias discursivas, superando así, argumentaciones voluntaristas con determinantes de índole psicológico. Un estudio inductivista de tales características, nos invitaría a pensar en las causas más profundas de ciertas tendencias pulsionares o a reflexionar terapéuticamente sobre la especificidad de la historia del entrevistado, aunque no daría cuenta del estudio de la nueva dinámica de estructuración que funciona como red aglutinadora de cuerpos.
            En este estudio se dejará de lado el rescate de la figura del croto por encontrarnos frente a una visión romántica del asunto. Construcción literaria ingenua en donde el linyera, en un acto de rebelión contra el sistema, elije su destino y se convierte en un bohemio que marca su rumbo de acuerdo al llamado de su libertad. Es así como el crotismo muere como una pequeña y simpática expresión de época. Sin un movimiento que los represente, desaparece en huellas dispersas de algún azaroso camino. Como perspectiva sociológica, nos respaldamos en una hermenéutica analítica que nos permita interpretar los múltiples discursos que dan sentido y construyen la cruda realidad. Ya no detenidos en un pasado atemporal y tampoco en excepciones que terminan confirmando la regla, nos situaremos en nuestro complejo presente para entender que las vivencias de estos parias urbanos no se justifican desde “lo que quiero” sino más bien a partir de “lo que puedo”. Nos encontramos ante una gran multitud acéfala de itinerantes citadinos.
            Para esclarecer la dinámica involuntaria de las personas en situación de calle (PSC), construimos dos grupos de tipos ideales: las viejas generaciones de desocupados formados en la década del setenta u ochenta poseedoras de una cultura del trabajo; y la nueva generación de desocupados que formada en la década del noventa, es poseedora de una débil cultura del trabajo. Jóvenes con un imaginario laboral fragmentado producto de haber crecido en un contexto con altos índices de desocupación y en donde las leyes de flexibilidad laboral precarizaron las condiciones generales de empleo. Más allá de su capacidad o instrucción para desenvolverse en el mercado laboral, ambos grupos resultaron presos de las condiciones objetivas de un sistema que los empujó hacia un circuito marginal: nace la necesidad de subsistir en un mercado periférico que los asedia en un callejón sin salida.
            Los datos oficiales del último censo municipal (noviembre 2011) indican que la población (entre niños y adultos) que se encuentra en situación de calle ronda las 1500 personas, sin contar los alojados que utilizan los servicios de hogares, paradores etc., o los beneficiarios del subsidio habitacional. Por otro lado, organizaciones de Derechos Humanos, partidos políticos opositores, fundaciones y ONG’s que trabajan en la problemática denuncian que el número de personas que pernoctan en las calles de la Ciudad de Buenos Aires asciende de 7000 a 15000, concentrándose el mayor porcentaje de población en la Comuna 1 (de Retiro hasta Constitución y de Paseo Colón hasta la Avenida Entre Ríos). Zona de oficinas y negocios donde se descarta gran cantidad de material reciclable Ej.: cartones, botellas, etc.; además que en el lugar se observa el andar de millares de transeúntes que a su paso ofrecen limosna; también se registra en estos barrios la mayor cantidad de servicios institucionales Ej.: comedores, duchas, etc. Nace una estrategia espontánea de supervivencia, la de combinar rápidamente los recursos a disposición en el circuito de la basura negociable: recolección de material y venta en chatarreros. Por otro lado, el pedir comida, el “pungueo”, el cuidar coches o limpiar parabrisas en esta zona de alta concentración poblacional, también se convierten en rebusques efectivos. Estos son algunos de los motivos por los cuales es frecuente observar el asentamiento de algún “rancho” en estos perímetros. Y si se tiene en cuenta el elevado precio de los alquileres de los hoteles y la discriminación que sufren las PSC en el acceso a los mismos, se comprende el por qué se construyen sistemas de vivienda precaria en lugares abiertos. Cabe resaltar que a las cifras señaladas se le puede sumar otra considerable cantidad de personas que padecen la orden del juzgado sobre un desalojo inminente. Por último, gran parte de las PSC que utilizan el servicio de refugio municipal (paradores), no logran solucionar su necesidad habitacional ya que se observa una continua alternación entre la calle y los diferentes dispositivos y/o alquileres precarios sostenidos con subsidios municipales a corto plazo (de 6 a 10 meses). En resumen, los altos índices estadísticos de PSC son una evidencia cuantitativa del proceso de pauperización que transforma esta indigencia en una pobreza con carácter estructural.


Mercado de la pobreza

            Nos encontramos ante una problemática compleja, difícilmente solucionable con el escaso y deficiente accionar del Estado. Desde la asistencia inmediata se propone paradores y subsidios como primera opción de “salida” para las PSC. Una contención que con el tiempo cerca a la persona en algún dispositivo de recepción, y sin tener la posibilidad de egreso institucional  (una revinculación social efectiva), es inminente el retorno a la calle o la resignación de estadía en los diferentes dispositivos. Se produce un efecto colateral: nace un círculo vicioso (calle-dispositivo-calle). Y el sistema funciona acumulando personas y se reproduce en el tiempo. Se retroalimenta a base de la producción de sujetos pobres que se enumeran (a través del informe social) como mercancía en stock de depósitos abandonados. Y retornan a la calle sumándoseles a los nuevos marginados que caen en desgracia. Personas necesitadas deviniéndose en “crónicos”, magnifican la cantidad de PSC que engrosan el circuito asistencial. Todos contemplados dentro de un sistema que produce el efecto estancamiento. La población asistida se convierte en dependiente de la oferta de servicios institucionales. No hay dispositivos que efectivicen una reinserción del individuo a la sociedad. Y en la planificación ministerial de los programas sociales se especula con el nulo poder de reclamo que presenta la población asistida, se diseñan políticas destinadas a contener marionetas acríticas. Se alimenta la caldera del negocio de la pobreza con carbón humano. Se apuesta a la disposición de cuerpos despojados de autonomía. La producción de marginales crónicos se fotografía en un sistema de conveniencia que acomoda al necesitado en el mercado de la pobreza. Y el proceso se transforma en estructural cuando el sistema legitimado continúa creando nuevos pobres para luego contenerlos. Funciona con éxito el círculo vicioso como movimiento esperado del desamparado. Se promueve la ampliación de itinerarios donde los beneficiarios aprenden algún circuito posible de subsistencia: comedores, paradores, hogares, etc., combinando dispositivos municipales, de ONG’s o iglesias. Comienza a naturalizarse prácticas dependientes que se fijan como única alternativa a la situación de calle. Y es con la actitud pasiva de los distintos dispositivos como se refuerzan los hábitos de subsistencia inmediata. Con el tiempo, estas rutinas de desenvolvimiento conviven con el “rebusque” rápido, estimulan a favorecer itinerantes subsumidos en la cultura del mendicante. Indirectamente se legitima el “pedir” como costumbre identitaria del pordiosero. Se contempla desde los distintos dispositivos, sin contrapropuesta, al limosnero que aprovecha la niñez, la vejez o la invalidez para garantizarse la dádiva voluntaria de algún transeúnte. Desde los dispositivos no se cuenta con los recursos necesarios efectivos para contrarrestar el hábito del mendicante: bolsa de trabajo, plan de vivienda, coordinación con los sistemas de educación y salud formal, plan específico de documentación rápida para los NN de las PSC. Se construye una leonera institucional que ofrece un señuelo: la entrada al circo del asistencialismo, allí donde se podrá disfrutar de la farsa para luego padecer la tragedia.
            Y en esta alternancia entre la calle y la estadía en los distintos dispositivos se conforman las “ranchadas” (Agrupamiento espontáneo de personas que habitan la calle en donde comparten una economía humana que se apoya en el grupo de convivientes para facilitar la subsistencia del individuo marginado, también llamadas “nuevas familias o familia de la calle”) en un medio definido, delimitándose en plazas, calles, estaciones, bajo puente, coches abandonados, etc. Aquí se reconocen hábitos de subsistencia que se generan en una cultura de la supervivencia del día a día, en la lucha contra lo imprevisible. Y es esta ocupación espontanea del espacio público, la que con el tiempo se transforma en una estrategia efectiva con la que las PSC logran presionar al municipio para ser acreedoras de programas o subsidios institucionales. Salir de la invisibilidad para hacerse presente a los ojos de la ley y exigir resarcimiento o ayuda a un Estado negligente. Y lo que en un primer momento era forzado por la situación de despojo, luego se incorpora al hábito de alternancia entre el lugar de origen y la ranchada. Se reconoce algún grado de conciencia estratégica: visibilizarse para generar efecto en la agitada rutina de la clase media. Y el acampe en lugares públicos trasparenta una cantidad de prácticas que en la mayoría de la población pertenecen al mundo de lo privado, alejadas de la opinión de terceros. Hábitos que se mantienen ocultos. Pero ahora, la exposición de prácticas (maltrato, violencia, asesinato, robo, peleas, adulterio, abuso, corrupción de menores, violencia de género, alcoholismo, drogadicción, convivencia con la locura, violación a los derechos del niño, etc.) de un grupo marginal adquiere carácter público. Se altera la sensibilidad moral del común de la sociedad. Se desestabiliza el orden primigenio en el debate colectivo. Se discute con incomodidad a cada minuto: en la hora del almuerzo, en los pasillos de la oficina, en cada esquina sobre los tabúes de nuestra cultura, aquello a lo que no se pueden nombrar (la muerte, el incesto, el canibalismo). Se recuerdan las pulsiones de muerte reprimidas, aquellas que permiten organizar la sociedad a través de su olvido. Se amenaza los cimientos ocultos de la moral compartida. La conciencia colectiva percibe la destrucción de la norma fundacional. Se transgrede el pacto moral que permite la convivencia. Y desde un vouyerismo accidental se condena la violación de la norma-moral establecida. La opinión pública comienza a exigir a la clase dirigente y a los magistrados que accionen justicia sobre la ilegalidad exhibida para reestablecer el orden moral. Se reclama interceder sobre el escándalo en el que se involucran los marginales que subsisten en ranchadas, ahora sí, objeto de intervención pública por su calidad contravencional.
            Y es mediante la represión al exhibicionismo o la persuasión de voluntades “anormales” como el aparato Estatal busca reparar la falta de ley y reestablecer a niveles aceptables las “buenas” costumbres. Desde la represión cabe destacar el papel que cumplen las fuerzas policiales, la guardia jurídica, los grupos de limpieza del Área de Espacio Público, la UCEP como grupo de intimidación parapolicial, etc., todo un andamiaje represivo que habilita innumerables negocios en el mercado de la pobreza: el negocio de la seguridad. Y desde el convencimiento cabe rescatar la tarea de reconvención de voluntades que produce el trabajo de los operadores sociales: trabajadores sociales y psicólogos sociales, predicadores religiosos, sociólogos, antropólogos y psicólogos. Un meticuloso articulado disciplinar al servicio del control de actitudes. Dos caras de la misma moneda donde se acciona para reestablecer el orden del mundo privado. Invisibilizar actos impúdicos para tranquilizar la perturbada conciencia pública y así poder olvidar colectivamente los tabúes develados para que, en última instancia, vuelvan al mundo de la propiedad privada. Se reprime una grupalidad pulsionar, aquella que ahora es objeto de opinión. Cuerpos nombrados, catalogados, “desviados” donde convive la doble intervención: la fuerza pública rotula al sujeto como peligroso y acciona para que se produzca la invisibilización forzosa. Y en el etiquetamiento de las ciencias sociales, se victimiza a los intervenidos para transformarlos en sujetos necesitados de políticas públicas y así lograr la añorada invisibilización consentida. Todo un aparato burocrático operando por restituir el orden moral. Y con estos mecanismos domesticadores nace la necesidad de un aprovisionamiento mercantil que posibilita la aparición de un ejército de proveedores que abastezcan, tanto el negocio de la seguridad (Ej.: vigilantes privados, cámaras, rejas, seguros, etc.) como el negocio de la miseria (Ej.: hogares, comedores, vales de alimentos, duchas, paradores, etc.).
            Y como cada dispositivo debe justificar su intervención de acuerdo con los requerimientos del paradigma moral imperante, nace la necesidad epistemológica de producir un saber legitimador: respaldar el accionar interventivo lavando las culpas de aquella opinión pública que reclamaba reestablecer el orden. Una metafísica humanista que busca salir del reduccionismo que rotula los cuerpos de acuerdo a su peligrosidad. Nace la necesidad social de etiquetar de acuerdo a los debates éticos de la época, y así promocionar con éxito el dominio institucional. Y se reclama a la praxis filosófica que se incorpore al negocio biopolítico. Un gris conceptual donde se disputa la mejor manera de modificar hábitos antropológicos, pero ahora con el humanismo necesario que las ciencias sociales exige hacia el respeto por las diferentes costumbres. Nace el espacio para que, directa e indirectamente, un nuevo y gran nicho de interés intelectual entre en el centro de la escena: nace el mercado simbólico de la pobreza.
     Estamos frente a dos enfoques antropofágicos que se yuxtaponen: por un lado, la transformación (represión/persuasión) del sujeto que desorganiza los imaginarios colectivos. Se busca estabilizar lo imprevisible y el caos, la desestructuración social visible que incomoda los tabúes que cimientan nuestros preceptos morales. Surge la posibilidad de construir una estrategia de aprovechamiento. Nace la red burocrática: actores beneficiados política y económicamente, empoderados con facultades de gestionar programas sociales conduciendo un clientelismo conveniente capaz de capitalizar los negocios a disposición. Todo un equipo de directivos institucionales que sacan provecho a los hábitos contravencionales, gerenciando las condiciones legales para que la pobreza se estructure en una dinámica mercantil. Por el otro, se detecta una antropofagia sutil, donde el accionar intelectual justifica el beneficio que adquieren los asistidos, una violencia simbólica que atraviesa el sistema de subsistencia a partir de la red de contención que produce el mercado de la pobreza.
            Y es el mercado de la pobreza el espacio social que brinda las bases para que se estructure un andamiaje simbólico y mercantil. Es específicamente significativo este cruce de biopolítica en una gran urbe zoológica, donde la ley natural de supervivencia se subsume a la imposición política. Poder circulante que ejerce su dominación a través de una inmovilizante red de dispositivos revestidos de humanismo. Desechamos cualquier argumentación que considere la dominación social debido a la supremacía y posicionamiento del más apto en el mercado. Se discutirá contra cualquier fundamentación basada en el Darwinismo social. La sociedad de clases tiene múltiples mecanismos para encubrir su dominación y proponer el libre ascenso social como camino ficticio para la disputa hegemónica. Y se despierta en la investigación Nómades una motivación especial: nuestro deseo de criticar la dinámica naturalizante del orden establecido, la injusticia que genera el aplacamiento de la posibilidad de cambio y la resignación de nuevas búsquedas de alternativas. Es en este contexto en donde se denuncia la internalizada microfísica de poder que fomenta la recepción pasiva de los derechos vulnerados del ciudadano marginado. Ahora sí, develaremos ciertos mecanismos y múltiples prácticas que se desarrollan en un proceso que continúa reproduciendo nuestro aceptado y perverso mundo de la vida. Nos centraremos en dos esferas diferenciadas: tanto en la producción de las prácticas cotidiana de los actores que viven en las ranchadas, en esa frontera tribal de las micro acciones, para luego y en segundo lugar, analizar su circulación en los distintos dispositivos aglutinadores de personas; y finalmente estudiar el enlace con la alta esfera, la dimensión del accionar de lo macro Estatal y el acompañamiento de instituciones sociales, medianos sistemas de asistencia civil. Buscaremos traslucir los sistemas subsidiarios que rondan alrededor de los programas públicos, grandes presupuestos donde acciona el poder municipal en cuanto a programación burocrática de políticas públicas en materia social. Siendo estas dos dimensiones y su articulación objeto de estudio de la investigación Nómades.
            Es entonces este marginal mercado de la pobreza el que emparcha la expulsión del mercado formal. Nacen nuevas actividades que giran entorno a la miseria: se expanden los chatarreros, changarines, punteros; también se multiplican los hogares, iglesias, comedores, etc., toda una infraestructura edilicia y humana que contiene la circulación de cuerpos marcados. Fundamentalmente, desde los requerimientos de los programas municipales se construye la figura del beneficiario con sus exigencias y características, espacio simbólico de disputa, entre una oferta y demanda de negocios que flotan sobre la necesidad de los marginados. Se afianza un mercado de la pobreza, sistema satélite que se incorpora gradual y directamente, mediante particulares mecanismos, a la macro economía y política social. Cuantiosos presupuestos ministeriales (El presupuesto del Ministerio de Desarrollo Social del GCBA para el año 2013 asciende a $2197 millones de pesos, un 31% más que en el año 2012) asegurados por la mediatización amarillista, seguido de la incorporación de la problemática en la agenda política.


Proyecto de investigación

            El equipo de investigación Nómades registrará, mediante una muestra cualitativa, las experiencias de los distintos actores sociales que intervienen en este nuevo escenario. Analizará los discursos de las instituciones que trabajan para solucionar la problemática habitacional y, por sobre todo, la voz de la población que hoy en día sobrevive en situación de calle. Seguiremos la conocida máxima: “Las situaciones que las personas definen como reales tienen consecuencias reales”, sabiendo que algunos son afectados por los que otros definen.
            Actualmente realizamos un trabajo de campo en el cual nos valemos de entrevistas abiertas para captar las diferentes voces de los eclécticos actores sociales. Además completaremos el estudio con otras metodologías: con la etnofotografía y el material fílmico produciremos un acercamiento más profundo a la múltiple realidad, desatando algunos nudos en las intersecciones de un lenguaje polisémico trenzado entre el discurso y la imagen.
            Variadas temáticas a estudiar son de nuestro interés, tales a saber: el origen religioso del asistencialismo y su continuidad moral en la asistencia del Estado, el funcionamiento ineficiente del programa BAP (Buenos Aires Presente) como planeamiento inclusivo y respuesta reparatoria necesaria a una problemática que se incorpora en la agenda política. En cuanto al nacimiento y producción del nuevo mercado de la pobreza, nos centraremos en la circulación de discursos justificativos y en la reproducción del espacio simbólico por: el arrastre gozoso de prácticas consumistas internalizadas en la población en situación de calle y en segundo lugar el financiamiento, la especulación y la publicidad a cerca de la problemática, construcción de un sujeto beneficiario a través del enfoque pragmático de todas las instituciones y dispositivos que trabajan en la problemática. Un doble juego de circulación que nutre y fortalece el mercado satélite de la pobreza.
            Entendemos que las PSC se encuentran muy lejos de estar excluidas del sistema de mercado, muy por el contrario, se encuentran inmersas desde los márgenes, sirviendo con sus cuerpos como materia prima a un sistema político-económico-social perverso en pleno y vital funcionamiento que posibilita y se beneficia estratégicamente con la producción de sujetos pobres. Por otro lado, se descarta o se quita énfasis en el poder de resistencia de los hábitos contravencionales por carecer de fuerza contra hegemónica. No representan una desestabilización real para la cultura de la clase dominante. Siendo los actos de: sabotaje, bandidaje, cultura del ocio y reviente, robo, incesto y demás tabúes sociales, los que se encuentran subyugados debajo de ciertos criterios prefijados en una cultura hegemónica. Pequeños desvíos que rápidamente se estabilizan o corrigen, se reafirma, una vez más, el orden imperante. Hábitos de la calle que se unifican en una ley de reproducción propuesta por la cultura dominante: el consumo compulsivo de mercancías. El consumismo inconciente es el rasgo en común que actúa como unificador del marginado, haciendo parte a aquel que en apariencia se encontraba excluido. Estamos en presencia en una marginalidad del goce. Cuerpos enceguecidos frente al placebo que ofrece la satisfacción inmediata, un micro capitalismo consumista y dosificador de resistencia, que experimentan en carne propia, los que también sufren desde los márgenes del sistema el peso de la desigualdad y el aprovechamiento económico político y social de su condición. Se estudiará cómo se produce, circula y se reproduce un nuevo mercado de beneficiarios de acuerdo a la oferta y demanda que habilita la necesidad de aglutinar personas que, enajenadas de sus herramientas facultativas, se transforman en dependientes del sistema que los paraliza como personas. En segundo lugar se hará foco en cómo funciona la especulación que alimenta al negocio de la miseria y cómo esta dinámica favorece la reproducción del sistema mercantil, ampliando el marco efectivo donde se espirala ascendentemente el mercado de la pobreza.
            Desde esta perspectiva surge una hipótesis: las prácticas de los programas de asistencia Social del Ministerio de Desarrollo Social del GCBA que hoy trabajan en el tema, lejos de solucionar la problemática de las PSC, ejercen un control sobre la población asistida, además que favorecen la existencia de presupuestos para que se atienda a la problemática social, que alimentan una burocracia parasitaria, luego retroalimentando el círculo vicioso entre el mercado de la pobreza y la administración político-económica de la indigencia. En segundo lugar, y sumándosele a la anterior sospecha, se observará en el imaginario de la población entrevistada cómo impactan las disciplinas del área social que intervienen sobre los asistidos, que al contrario de promover hábitos saludables y autónomos en las PSC, generan dependencia y control de conductas contravencionales, estimulando la sumisión inconciente de aceptación de su estado de padecimiento, generándose la condición de posibilidad simbólica para que se reproduzcan las micro-prácticas dinámicas del mercado estructural de la pobreza.
            Para finalizar, múltiples temáticas se enmarcan en nuestro interés: el paco como elemento que irrumpe la escena central de la nueva problemática, y como sustancia límite en la perspectiva de consumo problemático en la reducción de daños, la pérdida de la cultura del trabajo en las nuevas generaciones que se formaron en la década de los años noventa y que se incorporan al naciente mercado de la pobreza, la discriminación que sufren las PSC en el acceso al mercado laboral y la lejana inclusión al sistema formal de educación y salud, el nulo acceso a la vivienda, la sobrevivencia por medio de la mendicidad y el cartoneo, la capitalización gozosa por parte de los actores que se benefician en el placebo del mercado de la pobreza y la reproducción cómoda de la condición del miserable, son algunos de los innumerables temas que emergen en cada una de las entrevistas que nos instruyen en una radiografía de prácticas sociales compartidas que se articulan en una estructuralidad aplastante que reproduce la propuesta dominadora del Estado. Ecografía Nómades: Punta del iceberg de una problemática social compleja que ha llegado para quedarse en nuestra sociedad, sólida y dinámicamente instalada como marca de nuestra indiferencia cultural.

                                                                           El Rufián


Bibliografía:

Ø      El conocimiento es colectivo.