¿Todos podemos elegir como deseamos vivir? ¿Todos
estamos capacitados para saber lo que nos conviene o lo que nos gusta? ¿Consideramos
como sociedad que hay quienes no pueden hacerlo? ¿Los niños muy pequeños,
quizá, porque somos los padres o los adultos que decidimos por ellos? Aunque desde muy temprana edad
comenzamos a preguntarles, ¿querés ir a la casa de los abuelos o preferis ir a
la plaza? Comenzamos a interesarnos en
sus opiniones y les damos un lugar, les reconocemos que son personas pensantes
y no cosas que podamos llevar y traer a nuestro antojo. Quizá los locos deben
someterse a la voluntad de otros, porque suponemos que no están capacitados
para saber qué es lo mejor para ellos.
A veces, también a los ancianos se los
subestima y se los infantiliza y entonces alguien piensa que están mejor en un
geriátrico que en su propia casa porque no son capaces de cuidarse solos.
Todos ejemplos de quienes son desposeídos de
sus derechos, por creer que son incapaces, por inmadurez o por ignorancia.
A través de las entrevistas de Nómades, fui
encontrando un factor común, los entrevistados del Hogar Monteagudo coinciden
en lo poco funcionales que son los paradores, hablan de que son autoritarios y
que en ellos no hay estabilidad. Todos distinguen al Hogar Monteagudo como un
lugar donde se les dan oportunidades y donde pueden rearmarse para seguir
viviendo.
Quienes transitan la situación de calle, saben
lo que quieren, lo que necesitan, cuáles son sus tiempos y entonces ¿cuándo son
consultados para elaborar los planes sociales? Hay voces ahí para ser
escuchadas. Si formaran parte, si se los involucraran desde las organizaciones
en la creación de programas sociales, estos serían más acordes a sus necesidades.
La experiencia no se puede transferir, por eso el que actúa desde su saber,
seguramente optimizará la propuesta. Los
programas que resuelven y ejecutan desde un escritorio no pueden ser tan
eficaces como aquellos que lo hagan desde la consulta a los beneficiarios: ¿qué
quieren, qué buscan, qué esperan, qué necesitan? tan simple como eso.
Todo proyecto debe ser algo que surja en
conjunto con los destinatarios. Sería darles un lugar lejos de la cosificación
que queda impresa en el paisaje urbano como esa foto de Yako. La gente en
situación de calle tiene un sueño, una esperanza, y tiene un recorrido, un
saber y es cierto que sabe ponerlo en palabras y puede elegir lo que le
conviene. Comenzar a verlos como sujetos
de derechos.
Eso es ni más ni menos, lo que encontré en las
entrevistas de Nómades: “Tu vida me importa y yo aprendo de ello”.
Estela Varela