martes, 29 de mayo de 2012

Historias con movimiento


            Nadie se baña dos veces en el mismo río, dijo Heráclito y cuánta razón tenía. El acercarse a las historias de vida a través de entrevistas abiertas nos brinda la posibilidad de revolver el estanque de la memoria y darnos cuenta que la experiencia se reconstruye con cada discurso. Moralidades subterráneas que nacen desde el asfalto con cada vida que por existir lucha con sus armas y por sobre todo con sus cuerpos, aquellos que no se someten a la etiquetación perversa y mediocre de los guardianes normalizadores de la rotulación. Somos distintos en el camino de la búsqueda, en el barco que zarpa hacia alta mar, viendo gaviotas sobrevolarnos, siendo nombrados con el peligro de la defecación aérea, perdiendo la palabra que nos regala identidad, y no nombrándonos como exige la armadura de un batallador. Que sea el verbo de Dios, el que busca bautizarnos de una vez y para siempre, el que sea sepultado por nuestra voluntad de darnos un tiempo para el cambio, despojándonos de las escrituras sagradas en ese fluir que renace en cada oportunidad de nuestras pequeñas creaciones discursivas.

                                                                                                                          Agustín Teglia

En búsqueda del símbolo (primera etapa de nómades; historias en movimiento. Si la angustia no tuviera tantos meses (J.S)


             No hubo una opción mas acertada en este ultimo año que seguir adelante con el proyecto nómades; historia en movimiento. Por lo habitual los proyectos mueren en el barro del tiempo, se empantanan y terminan yéndose a pique. Finalizan sus días como recuerdos de charlas de bares en “el te acordas lo que pudo haber sido” y esas cosas. Más que por suerte encontré en los caminos sinuosos de la representación de la realidad a Agustín, Andrea y Sebastian, que con gran esfuerzo y con mayor voluntad y compromiso se pusieron el equipo al hombro en momentos de guardia baja y malos tiempos.
            Como parece ser tan habitual en mí el trastocar de la emociones se confunde con hechos de la realidad y esta acción lleva a malas interpretaciones cotidianas. Con ellos tres esas situaciones nunca se viven como comedias trágicas de los tiempos que corren, con finales que fusilan toda historia que queda trunca. Más bien es parte del crecimiento.  Siempre estamos en el camino de darle vida a las entrevistas, de formar una idea por fuera de las horas laborales. Encontrar la fisura de todo este enjambre de situaciones atroces, decadentes y esperanzadoras es la idea y vaya si se esta dando y como se esta dando! 
            De una manera u otra el lunes pasado hemos vencido a la conspiración interna, aquella que boicotea toda idea de sentirse bien con lo que uno y varios emprenden. Dependiendo tan solo de la preciosa intuición y algo menos de improvisación nos lanzamos al vacío. A penas estamos empezando a caer en esta nueva realidad de sumergirse en vidas anónimas y tan similares a las nuestras. Ahora los vemos con otra cara con otras perspectivas. Por un momento no usamos nuestras manos para armar un informe social que será participe inevitable de una maquinaria de la gestapo estatal, por un momento no usamos nuestras cabezas para realizar preguntas hibridas y formales que se encuentran en un protocolo del orto armado por un grupo de mercenarios cagatintas, no usamos (por unas horas) nuestros corazones para atormentarlos sin esperanzas de salidas e inclusión .
            No sabemos muy bien como va a terminar nómades, ni tampoco sabemos cuanto va a durar, si va a llegar a buen puerto o hará agua apenas despleguemos las velas. Lo que si estamos seguros de todo esta movida es que la idea de ver al otro desde un ángulo prohibido e intimo nos lleva a replantear ciertas formas de acción que de mi parte las tenia vedadas por la maquina burocrática de informe social y de un sueldo para abastecer mi berretines pequeñoburgueses .
          Nómades sigue y seguirá abierto a todo aquel que se quiera acercar a dar una mano e intentar recibir una respuesta del otro. No hay dueños dentro del programa , solo gobierna una voluntad que a veces se transforma en ingrata porque quita tiempo a la gente que uno quiere; al estudio , a la pareja , a la familia , a los amigos , se pierden mañanas y noches entre entrevistas y debates de producción , entre armados y equipos de traslados, entre temas y desconciertos de horarios . Pero es un disparador para crecer y observar, para aventurarse más allá de la vida cotidiana y monótona  del laburo y el estudio. Es buscar un símbolo en la ruta de crecer. El símbolo no sé bien que forma tienen y menos se su nombre de bautismo. Lo único certero es que es un símbolo y ayuda a crecer.

                                                                             Sergio Gurzi                                                                                               Bengala

Manu; el Miguel Abuelo del Monteagudo (Historias del Monteagudo etapa I)


                                        "Dedicado a Polo y a miguel ángel peralta".

           Entrevistar es un poco mas complejo de lo que uno imagina. La imaginación suele ser una proyección embustera de lo que pretendemos, como un fantasma idealizado por los años de armazón que fueron acondicionando nuestro ser. Lo primero que se me vino a la mente el lunes por la mañana, cuando entreviste a Manu, fue el recuerdo de polo y del otro lado. Mientras Agustín preparaba el equipo y la llovizna abrazaba a buenos aires, en mi cabeza se cruzaba la imagen de polo de manera persistente. Estas entrevistas son un homenaje a su voluntad y predica .Sabía muy bien que la primera palabra era dedicada a aquel que me enseño a crecer de la forma mas didáctica que uno puede entender al mundo “respetando lo que tiene valor”.
            El valor como poder de intercambio y la palabra conlleva un valor insuperable. Se puede dañar de manera irreparable con una menuda frase. Cuando me senté frente a Manu supe que la devolución iba a ser exactamente lo que imaginé, lo leía en sus ojos. Decidí respetar hasta el último segundo su pensamiento, su posición política, su pasado que le daba una identidad en este presente, su forma de expresarse. Respetar ante todo esa voluntad de quien me abría su vida de manera grata y poderosa. Entrevistar en la etapa del Monteagudo es un oasis entre tanta mierda post moderna de respuestas rápidas y ahogadas de pensamiento hibrido , de reproches de rezo por rosarios cuartados en la histeria ingrata de llevar la cruz ajena de desamores y desobediencias.
            Manu se presentó de manera rabiosa, vehemente, repleto de energía. Todavía era un chico de la calle de los 80 donde el chute y luego el sida y las balas y el desempleo diezmaron a parte grande de una generación insolente y revolucionaria en acción y pensamiento. Veía en su piel a un Miguel Abuelo en el Monteagudo a un pappo sin moto y guitarra; sentía estar junto a un abuelo de la nada politizado y vivo.  Estuvimos con Agustín escuchando las historias de Manu que se explayaron en el tiempo por más de tres horas. Después de años fui feliz un lunes por la mañana. Y siempre recordando a polo en cada intervención, en cada silencio de radio y en cada suspiro que emocionaba el ambiente de la entrevista.
            Que emoción es dejar el rosario de estupidez de lado e intentar aprender, aunque no salga del todo bien, aunque después se olvide y pase a ser la charla de bar entre vinos, marihuana y añoranza. El salto ya lo dimos ese lunes de lluvia, esperemos saber caer y recordar los próximos años, cuando Manu no este, cuando nómades sea un recuerdo lejano, cuando aprendamos a recordar las figuritas difíciles que algún día supimos jugar a la marchanta, entre chute y desolación, entre cocaína y vino, entre la ingrata experiencia de saber que la muerte es un camino inevitable de transitar. Ojala en ese instante la suerte este de nuestro lado.

                                                                                                                         Sergio José Gurzi  

El Duende y el Ángel gris


                                         “Dedicado al Manu y al Negro Dolina, y también para los Refutadores de leyendas que lo miran por la Web…”

            Cuando Fabio abrió los ojos sentía cómo le vibraba el pecho, habían sido pesadillas en una noche tumultosa: ruidos, mucho gris, un ángel mezclado con caminatas silenciosas donde docenas de pies descalzos repiqueteaban en las baldosas heladas. El invierno era crudo tanto afuera como adentro del hogar, era implacable en toda la ciudad,  pero por sobre todo en el barrio de Parque Patricios.
            Los dientes le castañeaban y la mandíbula rígida esperaba, sostenía y trababa el dolor. Con la vista borrosa caminó por el pasillo sin responder a los saludos que le llegaban desde todas las direcciones. Entró al baño y permaneció largo rato, se perdió.
            Verde. Las orejas que buscaban señalar al cielo caían hacia la tierra. La vista al frente, hacia el punto de fuga de la calle Monteagudo. La estatua como una antena tiesa, cuántos discursos en vano. Las manos tensas, y en el temblequeo de ira desafiaban a la agresión visual de cualquier vecino inquisidor que se animaba a observarlo. Ese día estaba nervioso. Era mejor que no lo molestasen.
            Y en el momento que pasaba por el parque, un chico se soltó de la mano de su madre y corrió para acercarse al Duende, era muy llamativo si se lo comparaba con la uniforme vestimenta y el simple caminar de los innumerables transeúntes, era sin dudas la atracción más codiciada de la plaza. La madre temerosa corrió para defender al niño, la amenaza del monstruo era inminente. Pero el chiquillo ya había logrado el contacto con este ser sacado de un cuento de hadas que venía a jugar con los niños. El rostro de la madre se había deformado, estaba casi al punto de las lágrimas. Pero el Duende se adelantó y sacó un caramelo de su bolsillo y dijo: “ojo, es para después de la cena”, sonrió y continuó con su paso decidido hasta la avenida Caseros. Dobló. A las diez cuadras, giró con su marcha firme hacia la avenida La Plata, y continuó seguro hasta llegar a la avenida Rivadavia. Ahora estaba ciego. Los sentimientos confluían con las ideas de un ensueño enrarecido como docenas de ríos contenidos por un dique hecho por castores.
            Ya estaba cerca y se encontraría con los Ángeles grises de Flores. Hacía muchos años que no los veía, ¿estarían igual de barderos? Se olfateaba la plaza Irlanda y el día había devenido en tarde. Y gris se volvían los semáforos rojos, el perro marrón, el cielo celeste y hasta el Falcon Negro mutaba hacia un ocre extraño. Solo él conservaba su color, iluminaba con el verde. ¿Dónde quedaron mis sueños sensibles? ¿Quién me los robó?
            Y en la esquina, del tumulto gris sobresalían las botellas y las brazas opacas, y las risas se confundían con toses. El Duende se acercó a cinco metros de la barra de la esquina para distinguir aquellos conocidos ojos abiertos, vacíos como ventanas de cristal en el invierno. Lo rodearon hipnotizados por el verde que encandilaba los ojos grises de los muchachos de Flores. Silencio. Y explotó la carcajada mientras las orejas se vigorizaron apuntando al cielo. Los ángeles grises comenzaron a retroceder. De a poco, la barra gris fue desapareciendo por las calles del barrio. Algunos hasta corrieron. Solo uno, que recordando los salvajes años roqueros de Riff, saludó tímido deslizándose hasta esconderse en el ahora eclipsado suburbio citadino.
            El Duende quedó aliviado, las manos ya no temblaban, blando como una pluma, relajadamente sonriente, caminó sobre sus pasos esperando que aquella noche el Ángel gris, tras escuchar el relato de los muchachos de Flores, se apiadara de él y le regalara un sueño más ameno que el de la noche anterior, con el cual estimular su sensible y esperado mañana.

                                                                                                                           Agustín Teglia

Levántate


De tu palo soy hijo de tu cuero
(Chacarera del olvidao).

No dejo de sorprenderme, el día que lo haga será porque perdí la pelea con la indiferencia. No dejo de admirar la lucidez y la profundidad reflexiva. No dejo de envidiar una buena charla distendida y relajada, en la que el entrevistado y el entrevistador se visten de amigos. Se visten de nosotros mismos, en cualquier bar de cualquier barrio, con matices, con puntos de vista. Estuve ahí sin estar, opiné igual o distinto; me sonreí y enojé con ellos. Así es la filosofía de la calle cuando abarca temas latentes. Muchos nos duelen, otros nos divierten y, lo que es mejor aún, algunos pocos nos traen esperanzas, nos traen luces. Lo que no puede pasar jamás es que perdamos con la indiferencia.
La entrevista dejó palabras agudas desde una gran capacidad de análisis de Manu. Sutileza reflexiva en el despertar de la siesta. Volver después de un paréntesis. Llegué con olor a mierda, escupirá Manu. Perdí la dignidad. ¿Cómo se vuelve, si es que se vuelve?, pregunta que nos interpela. Volví hace dos años gracias al hogar Monteagudo. Fue como si me enseñaran a comer con cubiertos a los doce. Y él aprendió.
¿De qué nos habla Manu? ¿Qué nos cuenta? Desnuda su identidad, ni más ni menos, que es la nuestra. Soy clase 62, generación del 80’, Malvinas, Pumper Nic y la droga, el pico y el pase. Soy todo eso y soy más, soy desaparecido, yo mismo estuve desaparecido dieciséis días. Soy Flores, Porteño, tango, Pappo, Rock, la noche, el fútbol, soy Argentino. Soy todo eso, nosotros mismos lo somos. Estamos hecho de la misma sepa. ADN argentino.
Hubo desaparecidos en democracia, advertirá. No hay que irse a los 70’. Lo que estamos o estuvimos en situación de calle somos desaparecidos.
El discurso bordeará el nihilismo. No nos dieron oportunidades. A los políticos no les conviene, ni a los curas. La educación y la salud pública son un desastre. La política asistencial es un negocio. Dispara Manu pero no limita el pensamiento. No hay consignas huecas. Él no se conforma. No se paraliza. No le interesa quedar bien con nadie. No fuerza la realidad para encajar el discurso. Hay palabras vivas, crudas. Hay una aguda observación de nuestras verdades y nuestras heridas.
Recuerda a los muertos pero hay personas vivas. Yo mismo viví al lado de la muerte, reconocerá. Me suicidé en cada pase de merca durante cada día. Porque viví en la calle porque no quiero que mis hijos o mi nieto pasen lo mismo. El discurso de Manu traerá vida y la vida no nos puede ser indiferente. Peleemos aunque perdamos. Escuchemos y como dice la chacarera: levántate cagón que aquí canta un argentino.
                                                                                                Martín Teglia